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I. OCHOA DE OLANO
Lunes, 7 de octubre 2019, 00:28
A John Dillinger la muerte le sorprendió una cálida noche de domingo en un callejón aledaño al Biograph Theatre de Chicago. Le encantaba el cine. Salía de ver 'Manhattan Melodrama', una de gánsters. Llevaba un sombrero de paja, camisa blanca, corbata gris, zapatos de lona blancos y pantalones grises. Ya fuera a ver una película o a pegar el palo a un banco, le gustaba vestir bien. Parapetados en la oscuridad, unos dieciséis agentes federales y policías le estaban esperando. Cuando una de las dos mujeres que le acompañaban, vestida con una llamativa falda roja, prendió un cigarrillo, las balas empezaron a silbar. Era la señal. No tuvo tiempo de apretar el gatillo de su Colt del calibre 38. Aquel 22 de julio de 1934 terminaba la historia del más mediático 'Enemigo público número uno de los Estados Unidos', como lo declaró el FBI. En realidad, sería tan solo un punto y aparte. El criminal, rescatado hace una década por el cineasta Michael Mann para un biopic que interpretó Johnny Depp, se dispone ahora a volver de nuevo a las andadas gracias a su familia. En concreto, a sus sobrinos Michael y Carol Thompson, quienes 85 años después de aquel tiroteo en la ciudad de los rascacielos, sospechan que los agentes dispararon a otro.
Delirante o no, lo cierto es que se las han arreglado para que el Departamento de Salud del Estado de Indiana, y que vio nacer a Dillinger, haya aprobado su solicitud para desenterrar los restos, analizarlos y luego volver a darles sepultura en el cementerio de Crown Hill, donde su tío fue presuntamente inhumado. Los hermanos Thompson está convencidos de que allí resposa otra persona, porque el FBI «mató al hombre equivocado». «Creo que es fundamental saber si Dillinger vivió más allá del 22 de julio de 1934. Si no fue asesinado en esa fecha, quiero descubrir qué le sucedió, dónde vivió, si tuvo hijos y si esos hijos o nietos viven hoy», exponen los sobrinos, quienes dicen estar en posesión de pruebas que acreditan que el cuerpo sepultado en Crown Hill tenía diferente color de ojos y otras huellas digitales a las del legendario atracador.
Siempre se sospechó que, en su huída de la Policía durante su sonada y meteórica carrera criminal, que incluyó espectacualres fugas de cárceles de máxima seguridad, Dillinger pudo someterse a drásticos cambios físicos. Se llegó a hablar, inluso, de que se hizo borrar las huellas dactilares con ácido, de que se alisaba las cejas y de que pudo someterse a una operación de cirugía estética para no ser reconocido. Todas estas acciones desataron en su día las especulaciones de que el cuerpo enterrado en su tumba del cementerio de Indianápolis no es él, sino el de una persona que se le parecía mucho. El FBI por su parte, sigue sosteniendo que el hombre que abatió era Dillinger.
El gánster, por el que las autoridades llegaron a ofrecer una recompensa de casi 10.000 euros de la época por su cabeza, fue considerado el rostro del crímen en los Estados Unidos durante los años treinta. La gente de a pié siempre le consideró una especie de Robin Hood porque robaba a los culpables de la crisis del 29. La fecha de su exhumación está fijada para el próximo 31 de diciembre.
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