La finca que complica el divorcio de Enrique Ponce y Paloma Cuevas

Fue la noticia bomba del verano pasado. Enrique Ponce y Paloma Cuevas se separaban después de casi 25 años. El idilio del torero valenciano con una joven veinteañera, Ana Soria, con la que pasea su amor por las redes sociales, fue la muestra más evidente de que el matrimonio estaba roto. Medio año después, no obstante, el diestro y la empresaria e 'it girl' siguen oficialmente casados. El divorcio se retrasa y detrás de la negativa de firmar los papeles por parte del torero de Chiva está una finca, Cetrina, casi mil hectáreas en pleno olivar jienense que Ponce compró «con el primer dinero» que cobró tras su alternativa, en marzo de 1990, recuerdan conocidos del diestro. En ella, el también ganadero y empresario atesora recuerdos de toda una vida, con sus lujos y excentricidades. Precisamente eso, que es una propiedad hecha a su medida, pesa a la hora de desprenderse de ella. «Ponce tiene ahí el «70%, 80% de lo que ha ganado, el grueso de su fortuna está ahí. Es su vida y no lo puede vender porque es suyo», apuntó Federico Jiménez Losantos en el espacio de crónica rosa de esRadio.

A finales de verano, la expareja redactó un primer borrador y ambos firmaron un preacuerdo. Sin embargo, un tiempo después, cuando llegó la hora de rubricar el convenio con las cláusulas que deben regir la nueva vida familiar, la única que estampó su firma fue Paloma Cuevas.

¿Qué razón puede haber detrás? Quienes forman parte del círculo más próximo a la pareja señalan varios motivos. Uno, sentimental, no entre Paloma y Enrique, que llevan una cordial relación pero han dado carpetazo total a su vida anterior. De hecho, incluso se ha especulado con que Ana Soria pueda estar embarazada -extremo ya desmentido-. No, el sentimentalismo es el que Enrique Ponce guarda con cada uno de los tesoros que ha ido acumulando en Cetrina. Puede que por ello Paloma Cuevas le lanzara veladamente esta frase vía Instagram: «No todos los tesoros son de oro y plata... Los tesoros más grandes que yo tengo son de carne y hueso: mis hijos».

La finca, según algunas fuentes, estaría valorada en unos 19 millones de euros. Aunque adquirida por Ponce, su exmujer es apoderada, ya que se casaron en régimen de gananciales. La casa familiar de más de 400 metros cuadrados está rodeada de jardines, hay campos de minigolf (donde se ha dejado ver el cantante Luis Miguel) en los apartamentos para las visitas -incluso con ropa de cama con las iniciales bordadas de los inquilinos-, campo de fútbol, tiene plaza de toros, donde el diestro se entrena con reses de su propia ganadería brava que pasta por los campos de la finca, un edificio donde guarda sus trofeos taurinos, hectáreas de campos de olivos cuyo jugo comercializa en el mercado gourmet... Pero la joya de la corona es el pabellón de caza, donde el torero guardia un millar de trofeos cinegéticos, desde elefantes, rinocerontes, jirafas, leopardos y toda clase de fieras salvajes que Ponce, gran aficionado a la caza, ha abatido durante años.

Cetrina es Enrique Ponce. Aunque siempre es posible materializar en dinero un bien inmueble y repartirlo al 50% entre los ex, esta finca es mucho más. «Es una gigantesca y carísima inversión de recreo», señaló Losantos, que no tiene venta ni división posible. Por otra parte, ¿quién adquiriría una propiedad así? Sólo algún magnate mexicano amante de los toros, aventuraban en esRadio.

Y de ahí surge otra cuestión. Si el torero quiere conservar esa finca para él, ¿cómo abona la mitad a la que tiene derecho su exmujer? Y nuevamente se revela un problema, esta vez de índole económica. La pandemia ha menguado los ingresos del torero valenciano. Apartado de los ruedos, con las ventas del aceite de oliva bajo mínimos ante la caída de las exportaciones y el cierre de la hostelería y con su incipiente proyecto musical también en cuarentena, parece que el divorcio definitivo va a tardar en llegar.