luis gómez
Viernes, 12 de octubre 2018, 19:32
Solo fue un espejismo. El difunto Carlos Delso, que trabajó como ejecutivo directivo en Louis Vuitton y Joyería Suárez, se echó las manos a la cabeza hace tres años cuando Chanel, en un giro inesperado en la industria del lujo, decidió bajar los precios en el mercado asiático. La marca francesa, que se desmarcó del resto de firmas, pretendía erradicar las diferencias de costes de los artículos dependiendo de los países donde se adquieren y compensar «el desequilibrio» entre Europa y Asia, donde pueden llegar a valer un 40% más. Delso mostró entonces sus dudas acerca de que las demás compañías siguieran la misma estrategia y abarataran sus productos. Algo que, evidentemente, nunca hicieron.
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Al contrario, el segmento del lujo vive una etapa hiperinflacionista, la mayor de su historia. En pocas palabras, lo exclusivo cada vez es más caro y alcanza niveles estratosféricos. En el club del 'y yo más', como han deslizado algunos editores, la moda se polariza a un ritmo de vértigo. Y, pese a las veleidades inclusivas que gasta el sector, el lujo sigue prolongando su exclusividad con precios cada vez más elevados. Pero, ¿por qué precisamente ahora, cuando el movimiento 'low cost' engancha a las generaciones de jóvenes clientes y cuestiona un modelo de consumo voraz e insostenible?
Según Empar Prieto, directora de la revista S Moda, con la polarización del mundo tensionada en extremo y la riqueza concentrada en «cifras ridículas de población, no es extraño que la moda, que se enfrenta a una de sus mayores crisis de consumo, caiga una y otra vez en delirios de grandeza». La editora asegura que esta carrera empezó hace varios años, pero que es ahora cuando ha alcanzado el «paroxismo». Argumenta que las colecciones son «más y más caras» y muestran «sin pudor una excentricidad caprichosa, la misma que ha pertenecido por norma solo a los estamentos más altos».
Bastan unos pocos ejemplos para subrayar el frenesí protagonizado por casi todas las enseñas. Fendi, la legendaria casa italiana famosa por sus piezas de piel, oferta esta temporada como producto estrella una sudadera de 7.000 euros y un gorro de borrego de 590. Stella McCartney tampoco se queda atrás con el lanzamiento de un jersey 'oversize' de lana y alpaca de 1.795 o Michael Kors, que ha preparado una colección de chaquetas a 2.570 euros la unidad. Calvin Klein, de la mano de Raf Simons, se ha subido a la parra y promete abrigar el próximo invierno con un suéter unisex de 1.800 euros, lo mismo que Saint Laurent intenta deslumbrar con sus brazaletes rígidos de 1.195. Minucias en todo caso comparadas con los modelos de Hermès y Chanel, el 'sancta sanctorum' del lujo más opulento.
La primera incluye en su colección otoñal un vestido estampado de 4.800 euros. Vestir de arriba abajo con prendas creadas por el octogenario Karl Lagerfeld para Chanel se dispara hasta los... ¡24.310 euros! El conjunto incluye pendientes (1.190 euros), tres collares (7.520), un blusón de cachemir y mohair (5.120), un vestido de viscosa y lana (3.160), un cinturón de metal, strass y resina (1.960), un bolso de piel de cordero envejecida (3.750), medias (210) y botas de cabra laminada (1.400).
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Cuando se habla de lujo, se empieza por los pies. Con un par de calcetines de 125 euros, por ejemplo, de Calvin Klein. ¿Una locura? ¿Una inversión? Pues según se mire. Porque todo depende de los bolsillos de los clientes. Aunque cada vez más tiendas multimarca permiten el pago en plazos de hasta doce meses, estas existencias suelen agotarse al poco tiempo de ponerse a la venta. Es lo que le sucede al último fenómeno de la moda urbana, Fear of God. La marca preferida de Justin Bieber, Neymar, Ryan Reynolds y Kanye West se ha ganado fama por sus sudaderas y camisetas enormes. Vende como churros 'bombers' a 6.800 euros y vaqueros, por 5.500. No solo eso. Sus zapatillas deportivas -The Basketball Sneakers- inspiradas en los Boston Celtics- duraron un visto y no visto en las estanterías de una tienda de Bolonia pese a su precio: 1.200 euros el par.
Con el desmesurado encarecimiento de los productos, la industria del lujo, la segunda más contaminante del planeta y que mueve un volumen de negocio de 915.000 millones de euros, trata de profundizar en la política de preservación del elitismo, aunque por pura lógica debe preocuparse de llegar a las masas. «La clave para fidelizar a los actuales clientes es la coherencia en los precios», reflexiona Lyle Maltz, director de la empresa de análisis de mercado Kantar Consulting. Que haya gente dispuesta a pagar precios tan desorbitados tiene su razón de ser para actrices como Carme Elías: «La ropa, para mí, es importante, incluso si vas al supermercado. Consigue que te sientas segura».
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