![Pilar Rubio, con su hijo en la piscina.](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201808/30/media/cortadas/128480734--624x368.jpg)
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ARANTZA FURUNDARENA
Miércoles, 29 de agosto 2018
Criticar al vecino es probablemente el segundo oficio más antiguo del mundo, e infinitamente anterior a la existencia de las redes sociales. Lo ejemplifica a la perfección el viejo chiste del padre, el hijo y el burro. Según iban transitando por esos pueblos de Dios, la gente con la que se cruzaban se dedicaba a opinar... Si era el padre el que iba encima del burro decían: «Hay que ver, qué padre tan egoísta». Si el que montaba el asno era el hijo lo ponían (nunca mejor dicho) a bajar de un burro por explotar a su anciano padre. Si caminaban los dos junto al animal, se reían de ellos por agotar sus fuerzas teniendo un medio de transporte. Y cuando por fin decidían montarse ambos en el burro, entonces los acusaban de maltrato animal... A Pilar Rubio no le ha hecho falta montarse en un burro para saborear las hieles de la disidencia a granel. Le ha bastado con subir a Instagram un vídeo en el que sumerge brevemente en una piscina al pequeño Alejandro, su bebé de cinco meses.
«Antes de sus primeras inmersiones, cuento hasta tres y le soplo un poco en la cara. Aunque, si nunca habéis realizado esta técnica, os recomiendo que la hagáis bajo supervisión de un profesional», aconseja la presentadora en el mensaje que acompaña el vídeo. Las imágenes muestran a Pilar dentro de una piscina adiestrando a su tercer hijo en el arte de aguantar la respiración dentro del agua. Rubio cuenta hasta tres mientras sube y baja al bebé y finalmente, tras lanzarle un soplido, lo sumerge apenas segundo y medio, para regocijo del pequeño.
Sin embargo, a algunos de sus 2,7 millones de seguidores no les ha parecido divertida la clase de matronatación de la prometida de Sergio Ramos... «Esto lo haces para vender más y me parece bien que vendas, pero no con esta estupidez, hay mucha gente inocente y no puedes hacer estas cosas solo por tener una cámara», le suelta un 'hater'. «Ese niño si nada de mayor será un milagro», añade otro. Una fan, desde el cariño y la experiencia, le sugiere: «Si le sumerges hazlo tú a la vez. Cuando el niño está bajo el agua abre los ojos y si no ve la cara de la mamá se puede asustar». Y un agorero deja caer... «No sé si conoces los ahogamientos secundarios». Los hay que pasan de la madre y del bebé y solo tienen ojos para la rutilante alberca privada de los Ramos: «¡Menuda pisci!».
«Envidia e ignorancia», resume una seguidora. A su mensaje se suman decenas de 'followers' que aseguran haber practicado el mismo método de inmersión con sus hijos. «Yo daba clases de natación a bebés y la técnica es perfecta», zanja una experta. Aficionada a entrenar, Rubio debe de tener muy tonificado el músculo de la indiferencia. Su Instagram recibe a diario cientos de mensajes envenenados. Y algunos tan surrealistas como el de una «desesperada» seguidora que solicita 3.000 euros y facilita una cuenta bancaria en Turquía...
El episodio de la piscina viene a representar el final del principio de Arquímedes. Porque si todo cuerpo sumergido en el agua recibe un impulso ascendente igual al peso del líquido que desaloja, todo vídeo subido a las redes recibe un impulso descendente igual a la cantidad de 'haters' que aloja, porque su objetivo es hundirlo.
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