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I. CUESTA
Martes, 18 de junio 2019
Chanchal Lahiri sabía perfectamente lo que debía hacer. No era la primera vez que el mago indio recreaba el famoso truco de su adorado Harry Houdini, de modo que nada tenía porqué salir mal. Se lanzaría encadenado al río Hooghly, en el estado de Bengala Occidental, y al cabo de unos minutos se habría soltado y emergido por arte de magia. El problema es que nadie lo volvió a ver hasta que el cuerpo fue localizado días después a un kilómetro de distancia.
El señor Lahiri, también conocido como Mandrake, fue bajado al río el pasado domingo desde un bote. Lo hizo con el cuerpo envuelto en una gran cadena con seis cerraduras mientras los espectadores que habían pagado por ver la actuación del mago observaban desde dos barcos y un nutrido grupo de seguidores se arremolinaba en la costa, y en el histórico puente Howrah de Calcuta, decidido a dejarse sorprender por el talento del artista. Sin embargo, nadie le vio salir. Cuando se dio la voz de alarma, varios agentes de policía y un grupo de buzos rastrearon sin éxito la zona. Horas después, un oficial declaró al periódico 'Hindustan Times' que el señor Lahiri no podía ser declarado muerto hasta que se encontrara el cadáver.
La desaparición en acto de servicio de Lahiri dejó en shock a buena parte de sus colegas indios y a quienes presenciaron el que parece haber sido su último truco. También a Jayanta Shaw, el fotógrafo de un periódico local que le inmortalizó preparándose para acometer la hazaña y habló con él antes de que comenzara a actuar. «Le pregunté por qué arriesgaba su vida por la magia y el señor Lahiri sonrió y me dijo: 'Si lo hago bien, es mágico. Si me equivoco, se vuelve trágico'», ha contado Shaw, alimentando una historia que se convertirá en leyenda. Y es que el taumaturgo, de cuarenta años, le dijo también que quería hacer este truco para «reavivar el interés por la magia». Aunque eso parece haberlo conseguido, está claro que algo debió de torcerse dentro del agua porque Lahiri ya había hecho su truco en ese mismo río demostrando una habilidad para el escapismo digna de su admirado Houdini. Hace veinte días descendió en una caja de vidrio perfectamente inmovilizado y logró deshacerse de sus cadenas y ponerse a salvo. También aquel día Shaw estuvo junto al maestro. «Era imposible pensar que esta vez no saldría del agua», dice el fotógrafo, apenado.
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