![«Cuando vi los 60 décimos me entraron sudores»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/pre2017/multimedia/noticias/201411/20/media/cortadas/decimos-2--575x400.jpg)
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Marina Costa
Miércoles, 19 de noviembre 2014, 20:04
«Es que la gente lo va perdiendo todo por ahí». El hada madrina de la lotería perdida de Xirivella sonríe mientras apunta con la escoba y el recogedor al suelo. Eugenia Peral, barrendera del barrio de la Luz desde hace siete años, fue la persona que entregó a la policía los 60 décimos de lotería de Navidad que pertenecían al club de fútbol Atlético del Barrio de la Luz.
Esta trabajadora de 52 años se ha convertido en la heroína de los despistados del barrio. Su honestidad, un gesto caro de ver en los tiempos que corren, la ha convertido en trabajadora y vecina ejemplar.
No es la primera vez que Eugenia lidia con un hallazgo comprometido. Un día antes, la limpiadora se topó con un cheque al portador por valor de casi 400 euros. «Siempre pienso en la persona que lo ha perdido y en lo apurada que debe de estar, como yo lo estaría si perdiera algo así. En eso no tengo dudas. Lo que no es mío, lo tengo que devolver». Y dicho y hecho. Eugenia se acercó a una autoescuela cercana y allí logró dar con el portador original del cheque. Es más, el susodicho había perdido, para colmo, otro talón por el mismo importe. El despistado y la limpiadora rastrearon toda la zona hasta dar con el segundo extravío.
Al día siguiente, el jueves de la semana pasada, Eugenia barría la plaza Alquería Nova cuando volvió a ver algo junto a un banco. Un sobre. «Pensé que serían escrituras. Esto se le debe de haber caído a alguien que ha salido del notario. Lo abrí y cuando empecé a ver páginas llenas de décimos, me entraron sudores, calores y de todo. ¡Ay, Dios mío!, ¿y qué hago ahora con esto?», cuenta.
Eugenia lo guardó apurada en el carrito de la limpieza y buscó a la policía de barrio. «Cuando la encontré me quité un peso de encima, la verdad. Yo no me podría quedar con algo que no es mío», sentencia Eugenia, mientras deja un trozo de acera como una patena.
Eso sí, el lunes, cuando se enteró dónde se vendía el número perdido y reencontrado, fue de incógnito a comprar un décimo. «Chica, me tropiezo con dinero todos los días por el suelo, pero nunca es mío.... a ver si ahora tengo suerte y me toca un pellizquito», comenta hablando en voz baja.
A unos metros, cuatro vecinos sentados en un banco la llaman. Quieren saludarla y ella les da los buenos días por sus nombres. Muy sonriente les cuenta que ahora es un hada madrina. «Pues no lo va a ser, si es que hay que ver lo que trabaja esta muchacha y su compañera Fina. Que está todo limpísimo», dice Predes, nonagenaria del barrio. Su compañera de banco, Angelita, le da la razón. «Si es que es más maja... es muy buena gente. Que no nos la quiten, que estamos muy contentos». Y el hada madrina se ríe, mientras sigue barriendo, con la discreta alegría del deber cumplido.
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