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MARINA COSTA
QUART.
Viernes, 21 de junio 2019, 01:05
Miles de conductores pasan a diario junto a la mole en ruinas en la que se ha convertido la antigua fábrica Flex de Quart de Poblet, visible desde la vía de servicio que discurre junto a la autovía de Madrid. De la antigua instalación, solo queda el edificio desnudo, un esqueleto lleno de pintadas y rodeado de toneladas de escombros.
Hace varios días Podemos de Quart de Poblet alertó de que una de las puertas de acceso a la fábrica estaba «derruida» y pedía que se tomarán «las medidas de seguridad necesarias para evitar el acceso al recinto» por la peligrosidad que presenta.
La Policía Local acudió al lugar y precintó dicha entrada y el Ayuntamiento ya ha iniciado de oficio el procedimiento de una orden de ejecución dirigida a la propietaria del grupo de naves de la antigua fábrica para que «clausure la entrada y los diferentes accesos reabiertos en las instalaciones abandonadas», según explican desde el Consistorio de Quart.
En caso de no hacerlo, la Corporación puede ejecutar los trabajos de forma subsidiaria, «exigiendo al propietario que corra con los gastos, tal como establece la ley». Así, se ha requerido «la adopción de medidas cautelares de cierre con vallas», especialmente en la entrada principal de la instalación, que estaba abierta, al haber desaparecido la puerta metálica que la cerraba.
La antigua factoría «fue vendida por el Grupo Flex a un grupo empresarial valenciano en el año 2007». Paulatinamente, el abandono de las instalaciones se fue haciendo más palpable hasta llegar a una situación insostenible, dada la facilidad del acceso a los edificios, con grave riesgo de caída desde gran altura, ya que las ventanas, barandillas y cualquier elemento de seguridad han ido desapareciendo, fruto del constante acceso de chatarreros al complejo para su desmantelamiento.
Durante este tiempo, algunas estructuras se han tenido que reforzar. También se han retirado varias placas de fibrocemento de la techumbre. Así, el Ayuntamiento ha efectuado en este procedimiento «diferentes actuaciones para que la propiedad de la instalación, que en la actualidad ha pasado a una entidad bancaria, se ocupara de la conservación en condiciones del edificio y del recinto en general».
En 2011 se inició un procedimiento «que culmina ordenando, en noviembre, a la propietaria la clausura de los accesos tanto de la parcela como de los inmuebles (oficinas, fábrica y almacén), ante el peligro de caída en altura en dos de los bloques».
La propietaria recurrió y, por decreto de Alcaldía, se desestimó el recurso en enero de 2012, haciendo hincapié en que la «indolencia, dejación y nula vigilancia» por parte del titular del complejo había llevado «a las graves deficiencias en el mantenimiento y conservación de los edificios». A pesar de que se comunicó el inicio de las obras, «los técnicos municipales comprobaron que no se habían ejecutado todas las actuaciones ordenadas y, en enero de 2013, se hizo un nuevo requerimiento a la propietaria, recordándole su responsabilidad».
Finalmente, cuando el proceso de ejecución subsidiaria estaba ya iniciado y se exigió a la empresa propietaria «el ingreso en la tesorería municipal de los 233.000 euros que costaban los trabajos, aquella decidió aquietarse y realizarlos en mayo de 2013, de manera que todos los accesos, tanto al complejo como a cada uno de los inmuebles, quedaron sellados y se limpió la instalación». Aun así, el tiempo, el deterioro y el vandalismo siguen consumiendo lo poco que queda de la antigua fábrica Flex, convirtiendo la zona en una enorme montaña en ruinas.
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