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MARINA COSTA
BURJASSOT.
Viernes, 29 de junio 2018, 00:43
Tres años antes de la Guerra de Cuba (1898), cuando el siglo XIX apuraba su tiempo, en Burjassot comenzaban a servirse los primeros cafés. El local de Mariano Cervellera Alcañiz, natural de Elda, abría las puertas de este primer negocio, junto a su esposa, Filomena Castro Muñoz, para deleitar el paladar de lugareños y visitantes. Al poco tiempo, la fama de su cafeína en taza atraía a público de toda la 'contorná' hasta la planta superior de la 'Farmacia del Mercat'. En 1897 adquirió dos casas en la misma calle y construyó el actual edificio del Café Cervellera. En 1900 el 'Gran Café Brasileño de Mariano Cervellera' se inauguró por todo lo alto. Fue un acontecimiento social en el pueblo y los asistentes pudieron degustar, de forma gratuita, café procedente de Brasil, aromatizado a gusto del cliente.
Tertulias, anecdotarios e historias de la vieja Burjassot se saborearon en aquel establecimiento con solera. El 'frío dulce de Cervellera', un helado que se esculpía con moldes expresamente fabricados para ello, dejó helado a más de uno y, luego, el Kola Cervellera, el «mejor licor» conquistaba los paladares más exquisitos, después de una rica taza de café.
Entre sus mesas con pies de forja se fundó el Burjassot Club de Fútbol, la Peña taurina El Gallo, el Club de Ajedrez Burjassot o la Peña Levantinista el Pouet. Tres generaciones del negocio familiar de más antigüedad de Burjassot sirvieron cafés y luego copas y 'lunchs' y banquetes de bodas, bautizos y comuniones, hasta que el local cerró definitivamente sus puertas en 2006. Ahora, una exposición en el Museu d'Historia de Valencia, titulada 'Ens fem un café?', que se exhibirá hasta el 11 de noviembre, realiza un recorrido por el origen de esta bebida universal y pasea por los cafés más destacados de Valencia y su entorno.
Los últimos propietarios del local de Burjassot, Carmen Pérez y Enrique Cervellera, han aportado a la muestra recuerdos y piezas únicas que la familia ha atesorado durante décadas. Desde una enorme cafetera de los años veinte, a fotografías inéditas y publicidad de la época. Anécdotas, tantas como tazas de café servidas. «Se solía servir con una botellita con licor y otra con agua. Cuando llegó el café exprés y estrenamos la primera máquina italiana fue todo un acontecimiento. La gente también venía a tostar el café a su gusto. Con el salón de bodas, mi padre compró uno de los primeros televisores y lo ponía para ver las primeras Copas de Europa. En una de ellas, un señor le preguntó si no tenía miedo de que se le hundidera el local de tanta gente que había aquí», recuerda Enrique.
Pasaron los años y la vida social se fue dispersando. La televisión en casa, las segundas residencias y nuevos tipos de ocio diluyeron las tertulias de café. El Café Cervellera apagó la cafetera. Pero aún se puede saborear su deliciosa historia.
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