Se podrían utilizar frases del estilo 'del campo a la mesa' o 'sírvase usted mismo' para describir la iniciativa que puso en marcha María Sanchis, vecina de Meliana hace unos días, para evitar que la cosecha de 80.000 cebollas tiernas se perdiera, aunque ella ha preferido bautizarla como 'huertas abiertas'.
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Todo empezó cuando las cuentas no le salían al agricultor Juanjo Romero y los beneficios que preveía con la venta del producto superaban el coste de la recogida, «tenía que tractorar el campo para plantar chufa» como señala, pero María, que vive junto al terreno, no estaba dispuesta a ver como se arrasaban.
Si bien es cierto que la idea de otra pionera, Marina Gimeno, quien decidió vender las cebollas del campo de su abuelo por internet, publicada por LAS PROVINCIAS, le sirvió de inspiración, la protagonista de la historia optó porque fueran los propios consumidores los que acudiera a recolectar sus manojos.
«Al principio, hubo suspicacias por parte de los propietarios de los campos de alrededor por si la gente que venía a recolectar cruzaba los límites», explica, pero todo ha ido sobre ruedas y los consumidores que han acudido a la llamada de socorro para salvar la cosecha han hecho un uso adecuado. María lo planificó todo, con carteles a las puertas del terreno con las instrucciones, gel hidroalcohólico, un par de cuchillos y una caja donde debían depositar un euro por cada ocho cebollas que se llevaran, aunque «estoy segura de que han puesto más dinero del que tocaba».
La iniciativa tiene un carácter solidario y la mitad de los beneficios se han donado a las asociación local contra el cáncer
«Aquí ganan todos, el agricultor, el consumidor e incluso las cebollas y la huerta», explica y, además, a estos cuatro beneficiados hay que sumar a la Asociación Meliana contra el Cáncer a la que han donado 1.010 euros, la mitad de lo recaudado con las ventas. El resto es para cubrir los gastos del agricultor.
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Visitas
Durante más de una semana cerca de 200 personas, entre ellas familias enteras, han visitado las cerca de cuatro hanegadas y media, «se ha convertido incluso en una opción de ocio«, apunta María, aunque reconoce que parte del éxito es por la ubicación del campo, junto al carril bici y en un camino principal. «La huerta es un tesoro que se tiene que mantener pero para eso tienen que salir rentable al agricultor», explica la precursora de la idea, «yo he vivido en Alemania y allí funciona muy bien este sistema».
Los vecinos recogiendo las cebollas durante estos días.
LP
Juanjo apunta que «no tenía mucha fe en la iniciativa» pero que se ha sorprendido por la respuesta. «Es una medida paliativa pero no es una solución para el campo porque nuestro negocio se basa en producir para vender a otro agente«, advierte y puntualiza que »la venta directa debería de potenciarse porque el consumidor valora el producto acabado de recolectar«. Con ello no descarta poner en marcha acciones similares para evitar destruir cosechas »cuando estamos viendo las colas del hambre«.
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