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Nacho Roca
Albal
Lunes, 28 de agosto 2023, 09:56
Marian trabaja desde hace treinta años en una conocida cadena de supermercados, y aunque ha cambiado de nombre, ella sigue haciendo gala de su profesionalidad en la tienda de Alfafar. Su madre había fallecido de un cáncer de mama, y en su determinación por cuidarse para evitar la enfermedad, además de comer sano, salía todos los días a correr para mantenerse en forma. Fue una de esas mañanas, cuando llegó a casa tras su ruta deportiva cuando notó un dolor punzante en la ingle. Notaba tanto dolor que pensó que era una apendicitis. Acompañada por su marido se fue al hospital donde, tras descartar su inventado diagnóstico, le dieron una noticia que fue el inicio del calvario médico. Un quiste se había reventado y recomendaban seguir investigando el origen en los ovarios. Y el diagnóstico fue terrible para ella, todo parecía indicar que sufría un cáncer.
La cita para la operación fue rápida, tanto que no le dio tiempo a digerirlo. Y fue tras la operación cuando le confirmaron el diagnóstico seguido de un anexo: tenía muchos ganglios que se tenían que extirpar porque había metástasis.
«Era un tumor malo y agresivo. No me dio tiempo a pensar. Me quedé bloqueada totalmente. No sabía para dónde tirar ni para dónde ir. Mi vida en un momento cambió» recuerda Marian, quien su peor pesadilla se hacía realidad aumentada, pero «de la noche a la mañana me levanté y dije esto no va a poder contigo. Y vas a hacer todo lo que tengas que hacer. Porque la verdad, tengo que seguir luchando por mis sueños». Con esta actitud positiva, mi oncóloga me dijo: «tenemos que pelear las dos y veo que esa actitud que tú tienes es muy buena y ya tienes la mitad del camino hecho. Para adelante».
En un principio, por lo agresivo del tumor le comunicaron a Marian que no podían realizarse quimioterapia, pero al final me dijeron que sí. «Hice seis sesiones de quimioterapia, me corté el pelo y me hice un cambio de imagen. Bueno, me puse dos veces peluca, pero como me daba calor, me la quité».
Tras las sesiones y las operaciones para extirpar también el útero y los 19 ganglios del estómago y la aorta, Marian estaba cansada y destrozada y sin sensibilidad en pies y manos. «Me dijeron que tenía que empezar a andar, y la verdad, yo no me sentía con fuerzas, fue cuando me vino la depresión y el miedo. Un miedo terrible. Yo me cuidaba para evitar la enfermedad que había acabado con la vida de mi madre, y fue cuando volvía de correr, cuando me empezó el dolor. Salir a caminar era el recuerdo de ambas cosas. El apoyo de mi marido, incondicional desde el principio, es el que me ayudó y el que, poco a poco, me acompañó en mis salidas. Primero eran paseos cortos, pero con el tiempo y ya recuperada, puedo hacer paseos desde Albal hasta La Torre, ida y vuelta». «También hacía yoga antes y a medida que me fui encontrando un poco mejor, volví a mis clases de yoga y eso me ha ayudado muchísimo, al igual que la meditación»
Sigue recuperándose y luchando, en breve se incorporará de nuevo a su trabajo, donde ha notado el cariño de todos sus compañeras porque «soy una persona muy cariñosa y durante este tiempo que lo he pasado tan mal he recibido todo el cariño que había dado antes», y con todavía más vitalidad y ganas de vivir si cabe, «espero volver a viajar en cuanto pueda. Mi primer viaje va a ser a Jordania porque era un viaje que siempre he querido hacer».
Marian ha decidido contar su caso porque «escuchas el caso de los demás y eso también te ayuda, te refuerza y más cuando puedes transmitir actitud. No voy a decir que todos los días han sido buenos, porque hay días que estás fatal, pero si mi historia ayuda a otras personas me veré recompensada. Lucho todos los días, he peleado, he luchado y seguiré luchando».
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