El centro de salud de La Coma ha reabierto este lunes sus puertas tras doce días cerrado, después de que el personal solicitara en ... bloque la baja laboral debido a las amenazas que reciben en su trabajo.
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Dos agentes de la Policía Nacional adscritos a la Policía Autonómica vigilan desde este lunes la puerta de entrada al centro médico. Además, personal de una empresa de seguridad privada controla con un aparato detector de metales a las personas que acceden al recinto. Vigilan también bolsos y mochilas para evitar que se introduzca ningún tipo de arma en las instalaciones.
El centro de salud de La Coma tuvo que cerrar sus puertas el pasado día 10 ante el clima de inseguridad que viven los profesionales que llevan a cabo su labor en el centro médico. Amenazas y agresiones continuadas que llevaron al personal a pedir en bloque la baja laboral.
De hecho, la tensión todavía se palpa en el ambiente. Ricardo Roldán, el coordinador de Enfermería de la zona básica de Paterna explica: «Trabajamos con miedo. Se ha reincorporado casi toda la plantilla aunque hay compañeros que siguen muy afectados psicológicamente».
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Uno de los servicios que no ha reabierto es pediatría. Como cuenta Roldán, no han encontrado ningún profesional que quiera cubrir la vacante. En cuanto a los sanitarios que están ahora trabajando, «algunos se han reincorporado y otros han entrado por la bolsa de trabajo», explica Roldán.
Una mujer baja las escaleras del ambulatorio con su hijo recién nacido a brazos. Lo envuelve en una pequeña mantita azul. «Encontraremos una solución. Tranquilo», le dice al pequeño cuando este empieza a llorar. Pero no todo el mundo se toma tan bien la noticia. Al centro de salud también acuden otras madres con los carritos de bebé. Cuando se enteran de que no están pasando consulta en pediatría, algunas comienzan a chillar apreciaciones poco respetuosas con otro tipo de pacientes, asumiendo que sus niños «tienen preferencia».
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La imagen del centro de salud de La Coma habla del infierno por el que pasan los sanitarios que trabajan en él. A las puertas, los guardias de seguridad cachean las pertenencias de los pacientes. También utilizan detectores para impedir que vuelva a entrar gente con armas después de que uno de los pacientes pusiera una pistola sobre el mostrador para pedir que lo atendieran.
Además, la Policía Nacional acompañará a los profesionales a realizar las consultas a domicilio. Con especial hincapié en las viviendas situadas en las zonas más conflictivas de La Coma.
La mayoría de los pacientes agradecen que se hayan extremado las medidas de seguridad. Araceli Andreu es una paciente oncológica. Además, padece epilepsia y es dependiente. «Me parece perfecto que se pongan a cachear. Necesitamos seguridad», cuenta la mujer de 46 años.
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Ella ha vivido en sus propias carnes episodios de amenazas y vejaciones. «Me ha causado una depresión todo lo que he vivido aquí», cuenta mientras se le caen las lágrimas. Aunque ella no tenga ningún reparo en explicar la situación que viven los vecinos de La Coma día sí y día también, cuenta que hay mucha gente que prefiere no hablar «porque si cuentas las cosas luego te buscan para ajustar cuentas».
Araceli sabe lo que es estar en el centro de salud y ver como la persona que tiene al lado saca una navaja para pedir que la atiendan antes. «A mi trabajadora social la están amenazando siempre para conseguir pagas», dice indignada.
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En este primer día de reapertura, también hay personas que se quejan de la atención recibida. Ana ha acudido al centro de salud para acompañar a su tía, de 94 años. «Entiendo que estén nerviosos por la situación, pero han dejado a una persona mayor 40 minutos sola dentro de la consulta», cuenta la mujer enfadada.
Los profesionales sanitarios trabajan presos del miedo. Hace una semana y media que el centro de salud cerraba sus puertas tras las agresiones y amenazas a los trabajadores. Una de ellas se atrevió a denunciar los hechos y, cuando los implicados recibieron la notificación, no dudaron en acudir al centro para pedirle que la retirara «o ya sabía qué le iba a pasar».
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Convivir con un clima tan desfavorable llevó a que los sanitarios pidieran la baja y el centro se mantuviera cerrado. La presencia policial ha ido en aumento en la zona. Los vecinos aplauden, en su gran mayoría, que las fuerzas de seguridad estén pendientes para protegerlos. Pero también consideran que todavía hay muchos cambios por hacer.
José tiene 81 años y lo tiene muy claro: «El problema es que este barrio está marginado. Estamos solos. Tiene que venir más gente a limpiar. También es importante que haya más policías». El hombre de avanzada edad desvela que conviven junto a personas que se dedican al menudeo de drogas. La frase más escuchada a las puertas del ambulatorio de La Coma ha sido: «Pagamos justos por pecadores».
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Aquellos que no tienen nada que ver con los conflictos que se producen en el barrio de Paterna están cansados de que los malos comportamientos de los vecinos les perjudiquen. Que el centro de salud cerrara también ha implicado que muchas personas que requirieran de asistencia sanitaria hayan tenido que desplazarse para que les atendieran. Pero agradecen que se haya aumentado la seguridad en la zona. Para poder, por fin, andar por sus calles con más tranquilidad.
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