EFE
Miércoles, 17 de diciembre 2014, 00:13
El presidente de Malí, Ibrahim Bubakar Keita, ha admitido que la liberación el 9 de diciembre del francés Serge Lazarevic, secuestrado en noviembre de 2011 por Al-Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) en el noreste de Malí, fue fruto de un intercambio con presos yihadistas.
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Hasta ahora había reconocido este extremo el ministro maliense de Justicia, Mohamed Ali Bathily, pero tanto Keita como las autoridades francesas habían guardado silencio al respecto. "Algunos dicen que di la espalda a la Justicia (...) No lo hemos hecho de forma irresponsable. Sabemos lo que hacemos y qué hacer. (...) Creo que no había derecho a mantener un rehén durante tres años", ha dicho Keita en la clausura en Dakar del foro internacional sobre paz y seguridad en África.
Los yihadistas excarcelados son Mohamed Ali Ag Wadoussène, Haïba Ag Achérif, Oussama Ben Gouzzi y Habib Ould Mahouloud, todos ellos vinculados a AQMI y presuntos autores de graves violaciones de los derechos humanos.
Amenazas compartidas
El encuentro de dos días en la capital senegalesa sirvió para tratar amenazas compartidas, como el terrorismo, el tráfico de drogas, de armas y de personas, la piratería y los flujos migratorios, así como la forma de combatir estos fenómenos.
El presidente de Mauritania, Mohamed Uld Abdelaziz, instó a "evitar ser laxista con quienes financian el terrorismo" porque facilitan a esos grupos los medios para seguir existiendo y la capacidad para tomar nuevos rehenes. "Toda vida humana salvada por el pago de un rescate pone en peligro a veces nuevas decenas de vidas", alertó el dirigente mauritano, para quien todo el mundo "debe entender ese fenómeno e integrarlo en la estrategia futura".
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El mandatario de Chad, Idriss Déby, subrayó que el terrorismo "no tiene nacionalidad ni cara. Se nutre de frustraciones políticas y socioculturales, de reivindicaciones de identidad individuales o colectivas, de la marginación económica y social, de la ausencia de perspectivas, de la miseria y otros factores". Según se concluyó, la respuesta ante la nueva generación de grupos, mejor armados, más radicales y mejor conectados entre ellos, como la milicia radical nigeriana Boko Haram, no requiere exclusivamente una intervención militar, sino también identificar y actuar ante las raíces del problema.
El foco de inestabilidad en la región, según Déby, radica en el caos originado en Libia tras la intervención militar internacional contra el régimen del fallecido Muamar Gadafi y aseguró que hasta que no se solucione el conflicto en ese país no será posible la estabilidad en el resto. "Todo el mundo puede decir que la responsabilidad más grande incumbe a los dirigentes africanos (...) La solución no está en nuestra mano, sino en la de la OTAN, que creó el desorden", añadió Déby, para quien "los pequeños ejércitos surgidos de la descolonización no pueden afrontar ese tipo de amenaza".
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