
J. A, MARRAHÍ
Martes, 22 de marzo 2016, 23:56
Miguel Domenech, de 20 años, se forma en la Universitat de València para convertirse en periodista. El joven, que reside en Bruselas dentro del programa Erasmus, tomaba un café junto a su novia Mar en el aeropuerto de Zaventem. Ella se había desplazado unos días para visitarle, facturó las maletas en uno de los puntos afectado por las explosiones y se disponía a regresar a Valencia en el vuelo de las 8.55 horas. «Nos hemos salvado por poco. Hemos tenido mucha suerte y nos sentimos felices y aliviados por estar vivos y poder contarlo», valoraban ayer desde un bar.
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Con el primer estallido comenzó la tensión. «Fue una explosión muy fuerte. El suelo tembló como si fuera un terremoto y todo se llenó de polvo». Junto con el resto de personas que estaban en esa zona del aeropuerto, Mar y Miguel echaron a correr. «Como un minuto después, mientras huíamos, hubo una explosión aún más fuerte. Más cercana. A cincuenta metros de donde estábamos vimos que el techo se había desplomado. La gente gritaba y todo se lleno de polvo», relató el joven.
Para ellos fueron minutos de «miedo e incertidumbre». Hasta el punto de esconderse «debajo de las mesas» por si se producían nuevos desplomes. «No sabías ya que más podía pasar», reflexionan. A Mar, que cursa tercero de Economía, le impresionó ver «un rastro de sangre» en el mismo lugar que había pisado muy poco antes para facturar su maleta. «Somos muy afortunados de no tener ni un rasguño», resaltó.
Una vez a salvo, sufrieron una larga espera de «unas cuatro horas» para poder salir del aeropuerto. «La gente de seguridad se ha volcado con nosotros. Nos dieron mantas y aguas, pero estábamos retenidos, de sala en sala». Finalmente, fueron evacuados al pueblo de Zaventem. Fue un trayecto en autobús de unos diez minutos.
«Y allí nos quedamos. A la espera de noticias. Me he visto sin maleta, sin cargador de móvil. Sólo con un libro y unas galletas belgas», describe Mar. «Ahora mismo no sé cuándo voy a poder salir del país», relataba por la mañana la joven estudiante. Pese a las dificultades, les embargaba esa sensación de quien ha rozado la muerte y descubre la vida como el equipaje más preciado. Tras tranquilizar a familiares y amigos, aguardaban. Resignados, pero vivos. «Eso es lo importante».
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