![Diez ucranianos en casa](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202203/16/media/cortadas/ucranianos-kSq-U1601337721059izD-1248x770@RC.jpg)
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Raúl Hernández
Murcia
Miércoles, 16 de marzo 2022, 16:59
Katia juega con su hijo Danniel, de 5 años, en un parque del barrio murciano del Infante. Empuja con suavidad el columpio en el que el niño se balancea sonriente. Escuchando su risa, nadie creería que hace apenas diez días salió de su casa con ... el estruendo de fondo de la artillería antiaérea que repelía un ataque ruso con misiles a su ciudad, Kamianské, en la región oriental de Ucrania, a 300 kilómetros de la ciudad prorusa de Donetsk.
Katia, de 29 años, Danniel y su otro hijo, un bebé de tres meses, viven temporalmente en la casa de Elena Sánchez, una murciana de 42 años. Ella acoge a otras tres refugiadas ucranianas, de 26, 27 y 30 años, y a otro menor de ocho años. Todos ellos forman parte de un grupo familiar y de amigos de veinte personas que llegaron en autobús a Murcia el pasado sábado por la noche, después de un viaje de seis días huyendo de la invasión rusa a su país.
Cuando pisaron la capital de la Región, se dirigieron a las oficinas que la ONG Accem tiene en la calle Ricardo Gil, en el barrio del Carmen. Les indicaron que debían acudir a esa dirección para recibir asistencia y regularizar su situación. Sin embargo, a esa hora y ese día las puertas estaban cerradas, y acamparon en la calle.
Elena regresaba a su casa sobre la una de la madrugada y, al pasar por la sede de la ONG, vio a las diez mujeres con sus hijos en el suelo y preparándose para pernoctar allí. «Paré el coche y la única persona que hablaba español me contó que estaban esperando a que abriera la oficina y que, mientras tanto, aguardarían allí porque no tenían casas para alojar a todos. Unos amigos iban a albergar a diez de ellos en sus viviendas particulares, pero el resto iba a quedarse en la calle».
Ante esa situación, Elena llevó a las cinco mujeres jóvenes y a sus hijos en su coche hasta su casa, y les dio cobijo. «No podía dejar que durmieran al raso y no paraba de pensar en las advertencias que han hecho varias ONG sobre el peligro que corren las refugiadas ucranianas ante la acción de las mafias que se dedican a la trata de blancas».
Desde ese día, cuatro de las cinco refugiadas (entre ellas hay una enfermera, una deportista de élite, una administrativa y una entrenadora personal), permanecen en su casa, a la espera de que las ONG les proporcionen un alojamiento junto al resto del grupo con el que llegaron el sábado.
«La labor de todas las asociaciones en esta crisis está siendo encomiable, sin embargo, no hay dispositivos previstos en Murcia para evitar situaciones como la que les ha pasado a estas familias. Por eso, pediría que habiliten un centro que esté abierto las 24 horas y todos los días de la semana, al que puedan acudir las personas que llegan a la Región fuera del horario laboral», solicita Elena.
Cuando Katia, su hermana Ania y sus amigas Katia y Karina huyeron de Kamianské, las sirenas de alerta de bombardeo no dejaban de sonar. Salieron de sus casas el 6 de marzo con una mochila y se resguardaron en un refugio, junto a otras familias, durante dos días. «Las fuerzas de defensa aérea derribaron esos misiles, pero recibimos noticias de que el ejército ruso había ocupado la ciudad vecina y estaban disparando a mujeres y a niños. Por eso, decidimos huir», explica Katia.
El aeropuerto y el metro habían sido bombardeados, por lo que escaparon en un tren. Treinta horas después, en un viaje en el que los pasajeros iban hacinados en los vagones, llegaron a la frontera con Eslovenia. Desde allí tomaron otro tren hasta Cracovia, en Polonia, donde se subieron a un autobús con dirección a España. «Las colas de gente que había para viajar hasta aquí eran muy grandes. Cada vez vendrán más compatriotas huyendo; esto solo es el principio», afirma la refugiada.
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