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Mercedes Gallego
Nueva York
Jueves, 17 de diciembre 2020, 22:44
El espíritu navideño se ha instalado en Washington. Y no solo por la nevada que ha cubierto de un blanco silencioso el noreste del país, sino porque por una vez el senador Bernie Sanders ha conseguido sacudir las conciencias de sus colegas. «No creo que sea apropiado que los congresistas se vayan a casa con sus familias a pasar las Navidades mientras millones de familias en este país intentan sobrevivir», advirtió.
No sin aprobar un nuevo paquete de estímulo económico que permita a millones de personas celebrar las Navidades sabiendo que la ayuda está en camino. Lo normal es que sus palabras cayeran en saco roto, pero esta vez ocurrió distinto. El líder del Senado Mitch McConnell, que había dibujado una línea roja sin la cual no aceptaría ninguna ley de estimulo económico que no blindase a los negocios de responsabilidad legal con respecto a las demandas de trabajadores o clientes que contrajesen el virus, ha aceptado pasarla por alto. Y la oposición demócrata, que tampoco estaba dispuesta a aceptar ninguna ley que no contuviera ayuda para los gobiernos estatales, ha decidido aceptar una ley que sólo incluya aquello en lo que estén de acuerdo.
En total, 900.000 millones de dólares que ayudarán a la distribución de la vacuna, proporcionarán 330 millones de dólares en nuevos préstamos a las pequeñas y medianas empresas, ampliarán la cobertura del paro durante diez semanas e incluso servirán para enviar a cada contribuyente que gane menos de 75.000 dólares al año un cheque de 600 dólares –la mitad de lo que recibieron en abril pasado–.
Será la segunda ley de amplio calado con la que se intenta aliviar la crisis del coronavirus, pero la quinta aprobada desde marzo para distintas iniciativas que incluían las bajas por enfermedad y la cobertura médica gratuita para enfermos de Covid-19, entre otras cosas. La más importante fue la de Cares, un acrónimo de Coronavirus Aid, Relief and Economic Security Act que viene a sintetizar «Me importas». Fue un hito, porque la dotación de 2,2 billones de dólares representaba la mayor de la historia de EE UU, casi el triple con la que Barack Obama salvó la crisis de las hipotecas basura en 2009.
Esta vez los congresistas también necesitan demostrar que le importan sus contribuyentes. Nadie se irá hoy de vacaciones navideñas, como estaba previsto, hasta que se decida la suerte de esta propuesta de ley. El líder republicano en el Senado John Thune aseguró a Politico que su aprobación era «una posibilidad real», algo que importaba destacar porque el país se ha vuelto escéptico con los repetidos intentos que se han dado desde septiembre.
Donald Trump quería que se aprobara antes de las elecciones del 3 de noviembre para colgarse esa medalla que los demócratas estaban dispuestos a darle si aceptaba sus condiciones, pero los republicanos no. Por una vez lo que no logró la codicia electoral podría hacerse realidad con este esfuerzo de último minuto para acabar el año con algo que poner en la mesa de Navidad. En ella habrá muchos asientos vacíos, los de 310.000 fallecidos por Covid-19, y platos escuetos, los de los 20 millones de personas que reciben programas sociales, aunque oficialmente solo haya 10,7 millones de parados.
La vacuna continúa repartiéndose por los centros médicos entre gritos de júbilo, pero eso no impedirá un invierno muy frío que sumará decenas de miles de muertos. Santa Claus tiene que llegar esta vez con algo contante y sonante. El trabajo legislativo se extenderá durante el fin de semana incluso si hoy se llega a un acuerdo, y no hay garantías de que así sea, porque la letra pequeña genera muchas más disputas que los grandes titulares.
Las ayudas para los cines y salas de conciertos, los intentos de limitar los poderes de la Reserva Federal o de expandir los de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) y la congelación de los desahucios son algunos de los muchos aspectos que enturbiaban anoche la negociación. Hasta el punto de que algunos demócratas pensaban que todo era un intento de sabotear al futuro gobierno de Joe Biden atándole las manos. La Navidad espera, los estadounidenses también.
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