Uno de los primeros objetivos de Rusia en Ucrania fue la central nuclear de Zaporiyia, situada al sureste del país y a unos 100 kilómetros ... de la capital de esta provincia que el Kremlin incluyó entre sus recientes anexiones a la Federación Rusa. El fantasma de la amenaza nuclear tiene dos caras en esta guerra, por un lado, la militar, acentuada tras la decisión de Vladimir Putin de suspender el acuerdo de armas Start con Estados Unidos. Por otro, la de un desastre en alguna de las centrales del país a causa de los combates.
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Zaporiyia es la mayor central de Europa, se encuentra bajo control ruso desde marzo y ambos bandos se han acusado en numerosas ocasiones de atacar la zona. Los seis reactores están apagados desde el 11 de septiembre, pero en varias ocasiones se ha rozado el desastre por el corte de suministro de electricidad que necesitan de manera constante para mantener fresco el combustible nuclear en su interior.
«La central no da electricidad a Ucrania, pero tampoco los rusos producen electricidad porque carecen de la infraestructura para poder llevarla luego hasta las zonas que ocupan en nuestro país. Es una central parada, secuestrada, un chantaje nuclear de Putin a Occidente para presionar en la guerra psicológica», opina Oleksei Melnichuk, ingeniero de 39 años que ha trabajado durante 17 en la sección responsable de los reactores. Ahora vive como desplazado en Zaporiyia y trabaja como voluntario en el centro habilitado para ayudar a los civiles que escaparon de Energodar, ciudad que levantó la URSS a las puertas de la central para acoger al personal.
Alrededor de 1.500 familias de Energodar reciben apoyo en este centro y cuentan los días para volver a casa. Melnichuk recuerda que antes de la guerra en la planta trabajaban 11.000 personas, pero asegura que ahora «no quedan más de 3.000 y están centradas en las labores de mantenimiento». Conserva el contacto telefónico con sus excompañeros y le hablan de un ambiente tenso de trabajo rodeados de militares y bajo las órdenes de unos 300 profesionales de Rosenergoatom, empresa subsidiaria de Rosatom, compañía estatal dedicada a la energía atómica.
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Desde la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) insisten cada semana en la «enorme preocupación» que genera la situación que se vive en Zaporiyia. Un equipo de sus expertos supervisa la situación y esta semana ha denunciado los problemas que tienen porque Rusia impide que se realice un relevo. Es solo el último conflicto en una lista de denuncias de las autoridades de Kiev que recoge el secuestro de personal, incluido el director de la planta, restricciones de movimiento que impiden que los operarios puedan acceder a los sistemas críticos de seguridad y el estacionamiento de personal y equipo militar, incluidos vehículos de combate, dentro de la planta.
La AIEA trata de crear una zona de seguridad en torno a la planta, pero sus esfuerzos no han llegado hasta el momento a buen puerto. «Es muy peligrosa la presencia de tantas armas y vehículos militares en una zona tan sensible, es hora de que se tomen otra serie de medidas para obligar a Rusia a respetar la seguridad necesaria», apunta Sergei Godin, compañero de Melnichuk con 16 años de experiencia como ingeniero nuclear. Agradece el apoyo militar de Occidente a Ucrania, pero pide además «sanciones serias contra Rosatom, no puede ser que la compañía que gestiona esta ocupación esté al mismo tiempo levantando reactores para países de la UE como Hungría».
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La planta de Zaporiyia «está parada desde septiembre y parece improbable que se produzca un accidente», asegura en su último análisis James Acton, codirector del Programa de Política Nuclear del centro de estudios estratégicos Carnegie Endowment for International Peace. En su análisis, Acton coincide con la opinión del ingeniero Godin y urge a Europa a adoptar sanciones contra Rosatom. El problema es que la compañía rusa «es un actor clave en el negocio del combustible nuclear y vende servicios a Europa y Estados Unidos». «Irónicamente, el proceso de abandono de los combustibles fósiles rusos ha dejado a Europa particularmente dependiente de las exportaciones nucleares rusas. Por ejemplo, hay catorce reactores VVER-440 suministrados por Rusia en la UE que dependen completamente de Rusia para su combustible. Ninguna empresa no rusa puede fabricarlos», recalca.
El experto del Carnegie Endowment for International Peace subraya que «la empresa estadounidense Westinghouse y la española Enusa se han unido para fabricar combustible para este tipo de reactores», pero es un trabajo que puede necesitar una década y hasta entonces solo Rosatom puede suministrar el combustible necesario.
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Los vecinos de Energodar acuden al centro de ayuda en Zaporiyia para recoger ayuda o simplemente para ver rostros conocidos. La guerra truncó su vida en esta ciudad de unas de 50.000 personas a las puertas de la central. La sombra de Chernóbil es alargada, aunque «nunca tuvimos miedo a una catástrofe de ese tipo porque las autoridades aprendieron la lección y tomaron las medidas necesarias», piensa Alona, voluntaria al frente del servicio de alimentación. Lo que las autoridades no podían imaginar es una guerra a las puertas de una central capturada por el vecino ruso.
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