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Atrás ha quedado ya una campaña electoral como nunca antes se había visto en Alemania: agotadora, polarizada, ensombrecida por actos de violencia que conmocionaron a ... la población... Y con un resultado que no sólo interesa a los germanos, sino también a Europa y a una buena parte del mundo. En un momento en el que las alianzas y las relaciones internacionales se ven abocadas a cambios radicales con la imprevisible política del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, los socios de Berlín urgen a que este país cuente lo antes posible con un Gobierno estable y con capacidad de acción, dispuesto a poner de nuevo en marcha la locomotora del Viejo Continente y a asumir mayores responsabilidades globales.
Una demanda que se ha tomado a pecho Friedrich Merz, líder de los conservadores de la Unión Cristianodemócrata y la Unión Socialcristiana (CDU/CSU) y próximo canciller federal, después de que su formación ganara claramente las elecciones legislativas anticipadas del 23 de febrero. Merz es consciente de la urgencia de que Alemania cuente cuanto antes con un nuevo Ejecutivo y de ahí que seis días después de someterse a las urnas -casi una semana antes de lo previsto- comenzaran los contactos con los hasta ahora gobernantes socialdemócratas (SPD) con el fin, si prosperan, de negociar posteriormente una alianza entre los dos partidos tradicionales para formar un gabinete conjunto.
La coalición es la forma de gobierno por excelencia desde que se fundara la República Federal en 1949 y la palabra mágica para fraguarla es consenso. Nunca un Ejecutivo de minoría ha recibido la bendición del Bundestag o un partido ha querido estar en el poder en solitario con mayoría absoluta. Ni siquiera cuando el cristianodemócrata Konrad Adenauer la obtuvo en 1957. Entonces mantuvo en su gabinete a dos ministros del derechista Partido Alemán (DP) y, de manera excepcional tras pasar ambos a engrosar las filas de la CDU, las formaciones de la Unión gobernaron un año en solitario antes de celebrarse nuevas elecciones en 1961.
Desde entonces se han alternado cristianodemócratas y socialdemócratas en la dirección del Gobierno germano, siempre y hasta finales del siglo pasado con el Partido Liberal (FDP) como socio menor. Con el socialdemócrata Gerhard Schröder como canciller federal, Los Verdes se estrenaron en 1998 como socios menores de un Ejecutivo. La 'GroKo', la Grosse Koalition o gran coalición entre CDU/CSU y SPD que se baraja ahora, no es una novedad. La primera data de 1966 y duró tres años con el conservador Kurt Georg Kiesinger al frente de la cancillería. La cristianodemócrata Angela Merkel gobernó tres legislaturas con los socialdemócratas como aliados.
Sería incorrecto, sin embargo, hablar de gran coalición al referirse a la alianza que Merz pretende fraguar. Ya no es una entre los dos mayores partidos con representación parlamentaria, sino entre el primero y el tercero, ya que los socialdemócratas se han visto ampliamente superados en las urnas también por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Novedoso ha sido el primer tripartito en la historia de este país, negociado en 2021 por Olaf Scholz (SPD) con verdes y liberales. Los desacuerdos entre ellos y la expulsión del gabinete del FDP en noviembre pasado forzaron el adelanto electoral al perder el Ejecutivo su mayoría parlamentaria.
Con el inicio de los contactos entre CDU/CSU y SPD comienza un ritual que se repite desde hace décadas. Los primeros, realizados el 28 de febrero, tienen como fin verificar si hay suficientes puntos de consenso como para sentarse a negociar una alianza de gobierno. Hay firme voluntad por ambas partes, así que si las conversaciones fructifican y los resultados de las mismas reciben posteriormente luz verde de los gremios de las dos formaciones, se abrirá la puerta a abordar seriamente un posible acuerdo de coalición entre conservadores y socialdemócratas con posibilidades de éxito.
En ese momento se acordarán las comisiones negociadoras para pactar y redactar el acuerdo final. En las negociaciones para el tripartito de Scholz se crearon 22, que abordaron por separado capítulos que iban desde la economía, Europa, finanzas, medio ambiente o migración e integración a la innovación digital e infraestructuras, política exterior y defensa, sanidad o seguridad y justicia. Cada una de ellas con un jefe negociador y un equipo de expertos con igual número de miembros por partido. Fueron cientos de políticos los implicados. Los pactos en cada una de esas materias se produjeron por separado y se cerraron en distintos tiempos. Más rápidamente cuando el consenso era mayor.
En esta ocasión no tienen por qué ser tantas o las mismas comisiones que entonces, pero el procedimiento será igual. Y también en caso de estancamiento en una de ellas intervendrán directamente los líderes de los partidos, que buscarán entre ellos la manera de desbloquear las negociaciones y alcanzar un acuerdo puntual para superar el conflicto de intereses. Esta fase durará semanas y si culmina con éxito y hay consenso, antes de su firma deberán aprobarlo las formaciones implicadas, en el caso del SPD por las propias bases con la consulta a sus 400.000 afiliados, mientras que CDU/CSU lo harán por sus gremios o en un congreso extraordinario.
Antes tienen que salvar numerosos escollos y ponerse de acuerdo en cuestiones en las que las diferencias son notorias. El propio Merz considera prioritarias tres cuestiones en unas «conversaciones constructivas y rápidas» que deberán quedar claras antes de sentarse a negociar: la política exterior y de seguridad, el «irresuelto asunto migratorio» que dominó la campaña electoral y la situación económica del país, que arrastra dos años de recesión y amenaza con no levantar cabeza aún en 2025. Pese a todo, el líder conservador es optimista y está convencido de que CDU/CSU y SPD salvarán sus diferencias, también por interés de los socialdemócratas, que se encuentran sumidos en una crisis existencial y no pueden hacerse los remolones.
La futura política migratoria es uno de los huesos duros de roer. Los conservadores están empeñados en cerrar las fronteras germanas a cal y canto y rechazar en ellas a todo peticionario de asilo o migrante ilegal. Algo totalmente incompatible con el Derecho Europeo, según los socialdemócratas. Además, la Unión quiere suspender la reunificación familiar para las personas que pueden demandar protección subsidiaria, mientras el SPD quiere mantener el cupo actual de mil visados al mes para los familiares de personas en esa situación. Un estatus que se aplica si no se puede conceder ni la condición de refugiado ni el derecho de asilo, pero existe una amenaza de daños graves en el país de origen. Esto ha afectado recientemente a muchos solicitantes procedentes de Siria.
Es probable que los controles estacionarios en las fronteras terrestres continúen por el momento. Desde entonces, Merz se ha retractado de su petición de una vigilancia permanente. Ahora dice que serán temporales hasta que entre en vigor en 2026 el sistema europeo de asilo reformado, con límites fronterizos exteriores mucho más fuertes. Además de las diferencias de contenido, la cuestión es en qué ambiente se desarrollarán las negociaciones de la coalición. El vencedor de las elecciones fue duramente criticado por aceptar los votos de la AfD en una moción y en un proyecto de ley en el Bundestag. El SPD le acusó de faltar a su palabra y cuestionó su credibilidad.
La Unión y el SPD han acordado seguir apoyando a Ucrania en su lucha contra el agresor ruso. Sin embargo, el modo en que se financiarán los miles de millones adicionales de ayuda es controvertido. Scholz ha insistido hasta ahora en utilizar una norma de exención del freno de la deuda. Su argumento durante la campaña electoral fue que esa ley que limita el déficit público tendría que relajarse para los gastos adicionales, ya que de lo contrario habría que hacer recortes en otras áreas, y el ministro de Defensa, Boris Pistorius, también insta a la CDU/CSU a hacer una excepción en el presupuesto de las fuerzas armadas alemanas.
El presupuesto de su ministerio tendrá que duplicarse hasta superar los 100.000 millones de euros en los próximos años, calcula. Si no se hace la excepción al freno de la deuda, esta norma se convertirá en una carga para la seguridad germana, dijo, y añadió que es probable que las nuevas entregas de armas a Ucrania sigan siendo polémicas. Merz está abierto al envío de misiles de crucero alemanes Taurus. Scholz se opone rotundamente porque teme que, como consecuencia, el país se vea arrastrado demasiado profundamente a la guerra. El SPD comparte esta opinión. Las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia podrían crear una dinámica completamente nueva en el conflicto, con consecuencias de gran alcance para la arquitectura de seguridad europea. Berlín también podría verse abocada a la decisión de enviar tropas de paz.
28,5% de los votos
cosechó la CDU/CSU en las elecciones legislativas alemanas del pasado 23 de febrero. La ultraderechista AfD fue segunda con 20,7%, mientras que el SPD cayó al tercer puesto (16,5%) y obtuvo el peor resultado en unos comicios en más de un siglo. Los Verdes se quedaron con el 11,7%, mientras que La Izquierda logró el 8,7%.
Ambos partidos coinciden en el objetivo de que hay que estimular la economía. Tras dos años de recesión, en 2025 sólo se espera un crecimiento mínimo. Ante la difícil situación económica de Alemania, las asociaciones empresariales y los sindicatos presionan para que se forme gobierno rápidamente y creen que ha llegado el momento de dar un «gran salto adelante». Sin embargo, hay importantes diferencias en lo que se refiere a la política fiscal. La CDU/CSU está a favor de miles de millones de euros en desgravaciones fiscales, también para las empresas. El SPD quiere una bonificación 'made in Germany', con la que el Estado asumiría el 10% de los costes de las compañías que inviertan en maquinaria o vehículos.
Hay muchos más puntos conflictivos. Desde un acuerdo para aprobar los Presupuestos nacionales para 2025, en los que hay numerosos agujeros que cerrar y que podrían resolverse con unas cuentas extraordinarias, a las pensiones, una reforma fiscal pendiente y descargas impositivas para las empresas, las necesarias grandes inversiones en infraestructuras y nuevas tecnologías, la futura política medioambiental o una nueva reforma de la ley electoral, entre otras cuestiones. Lo que sí está claro es que contactos y posibles negociaciones se celebrarán con absoluta reserva y discreción y que no se informará a los medios y se evitarán filtraciones hasta que estén todos los cabos atados. Merz quiere tener Gobierno antes de Semana Santa.
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