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Imagen del palacio oriental del ministro de Defensa ruso en las afueras de Moscú.

Los secuaces de Prigozhin contraatacan: así vive en la opulencia el ministro de Defensa ruso

Miembros de los mercenarios de Wagner responden así a la difusión de imágenes de la mansión de su jefe, que sigue desaparecido

Óscar B. de Otálora

Sábado, 8 de julio 2023, 00:42

La guerra entre Wagner y el Kremlin ha entrado en el terreno de la propaganda, algo que puede resultar letal en un país sin libertad ... de expresión y en el que los periodistas disidentes han acabado en la cárcel o envenenados. El jueves, el periódico oficialista Izvestia divulgó unas imágenes humillantes para el dueño de la empresa de mercenarios, Evgueni Prigozhin, al exhibir el interior de su lujoso palacio y su colección de pelucas. La intención era mostrar al jefe de los mercenarios -que continúa desaparecido- como un hipócrita que se fotografía con sus hombres en el frente de Ucrania y aparenta compartir sus penurias mientras su nivel de vida es el de un magnate corrupto.

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El contraataque de los seguidores de Wagner ha estado a la altura. Un canal de Telegram próximo a Dimitry Utkin, el neonazi fundador de la empresa de mercenarios, ha divulgado unas imágenes del palacio oriental de Ministro de Defensa, Serguei Shoigu. El máximo responsable de las fuerzas armadas rusas es el enemigo personal de Prigozhin y, según han señalado medios americanos, uno de los objetivos del motín que los mercenarios llevaron a cabo hace dos semanas era detener a Shoigu y a su mano derecha, Valery Gerasimov, en su visita a los cuarteles de Rostov. Sin embargo, ambos escaparon.

El distrito de los oligarcas

Ahora, los seguidores del ejército mercenario han divulgado algo que no era ningún secreto en occidente pero que los medios rusos han censurado desde hace más de siete años. Shoigu se construyó en 2015 un palacio valorado en más de 18 millones de dólares en las afueras de Moscú, en Barvikha, el barrio en el que los oligarcas del regimen de Putin exhiben su poder con mansiones exclusivas. Una posesión que jamás podría costearse con su sueldo público como miembro del Kremlin.

Infografía difundida por los secuaces de Prigozhin. Las anotaciones se refieren a la hija y la cuñada de Shoigu, supuestas testaferras del ministro.

El palacio de Shoigu ocupa un terreno de 9.000 metros cuadrados. Tiene un estilo muy peculiar, más propio de la arquitectura asiática que de la rusa. La explicación de esta preferencia estética es sencilla. Shoigu nació en la región siberana de Tuva, casi en la frontera con Mongolia y muy cerca de China. El budismo tibetano es una de las religiones más extendidas en esta región y el mundo oriental está muy presente en su cultura.

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Envenenado en Siberia

La existencia de este palacio fue divulgada por el opositor Alexei Navalny, uno de los críticos de Putin con mayor respaldo social en Rusia. En la actualidad cumple una condena de prisión de nueve años aunque tiene una sentencia pendiente de 30 años de cárcel en la que es acusado por el Kremlin de «promover el terrorismo y rehabilitar el nazismo». Pero además, fue envenenado en Siberia en 2020 y salvó su vida gracias a que pudo ser trasladado a un hospital en Alemania.

Arriba, Putin con Shoigu. Abajo, el disidente Navalny en prisión y la hija de Shoigu.

Navalny creó una oficina anticorrupción -clausurada ahora por Putin- desde la que informaba sobre supuestos desmanes de la oligarquía rusa. Esa asociación informó en 2015 que el palacio de Shoigu había sido levantado sobre un terreno comprado por su hija, Knesia Shoigu, cuando ella tenía 18 años. Esta joven, una conocida triatleta, ha sido criticada por pasar su tiempo en Dubai -y contarlo en sus redes sociales- mientras el país se encuentra en guerra. Posteriormente, toda la urbanización fue puesta a nombre de la cuñada del ministro, Elena Antipina.

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La información sobre las posesiones de Shoigu fue ocultada por el régimen de Putin, que aplica la censura sobre cualquier noticia negativa que pueda afectar a los oligarcas. La decisión de los seguidores de Wagner de atacar en este flanco a Shoigu les coloca en contra de toda la corte del Kremlin. Asimismo, revela que el pacto alcanzado tras el motín, por el que los mercenarios podían irse a Bielorrusia o ingresar en el Ejército, no supone que la lucha de Wagner contra el Kremlin haya terminado. Y ahora los soldados de fortuna han comenzado a contar al pueblo ruso la corrupción oficial, algo que les sitúa ya con los opositores más odiados por Moscú.

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