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gerardo elorriaga
Viernes, 9 de marzo 2018
Meritxell Relaño es una de las pocas personas que ha abandonado Yemen con el billete de vuelta en el bolsillo. Esta española (Durango, Vizcaya), doctora en Ciencias Políticas y Sociología, dirige la oficina de Unicef en la república árabe, la sede más grande del mundo con 260 empleados. Llegó a la capital, Sanaa, en octubre de 2015 y desde entonces se enfrenta a una crisis humanitaria, también sin parangón en el planeta, que exige todo tipo de habilidades. «Precisas de paciencia infinita, cabeza fría y resiliencia, saber cómo decir las cosas para que no se ofenda nadie y mantener la fortaleza mental», explica. «Aquí aprendes a negociar con Dios y con el diablo». La Agencia de Naciones Unidas para la Infancia ha presentado hace menos de un mes un informe de Ayuda Humanitaria que hace hincapié en el desastre que sufre un territorio en el que 17 millones de personas no saben de dónde llegará su próxima comida.
Tras semanas de diálogo, la representante ha conseguido poner en marcha una campaña de vacunación contra la difteria. «Hay tantas facciones que resulta difícil lograr acuerdos», advierte. La guerra civil que asola el país, convertido en un reino de taifas, ha impulsado la propagación de enfermedades como el cólera, con más de un millón de casos posibles. «La situación es muy estresante, con mucho que hacer y todo muy volátil», lamenta. «Yemen es impredecible».
Esta veterana trabaja en torno a 28 días cada mes, incluidos los fines de semana, en jornadas maratonianas. «¿Qué ocurre cuando caen bombas? Te asustas y sigues con tu labor», aduce. «No puedes rendirte cuando repartes alimento, medicinas para hospitales o combustible para estaciones de bombeo. El secreto está en no pensar en lo que pasará la semana que viene, sino en vivir el día a día y luchar para salir adelante».
Tras iniciarse en la cooperación internacional con una beca del Gobierno vasco, su trayectoria profesional ha contado con escalas en Timor Oriental, donde colaboró en el proceso de independencia, Panamá, Gambia, Mozambique o Yibuti. El retroceso en las condiciones de seguridad ha ahuyentado a los extranjeros vinculados con ONG. Relaño habita un complejo de apartamentos de alta seguridad y sus desplazamientos tienen lugar en vehículos blindados. «En diciembre (del año pasado) estuvimos ocho días encerrados porque estalló una batalla en la ciudad entre aliados», recuerda y confiesa que los residentes dormían en el pasillo para mantenerse lejos de las ventanas.
Tal y como ha ocurrido en otros escenarios bélicos, el caos ha propiciado la aparición de milicias vinculadas a Al-Qaida, que han creado emiratos, y una corriente afín al Estado Islámico que también ha buscado cobijo en la accidentada orografía local.
El último documento de Unicef demanda 3.600 millones de dólares (2.926 millones de euros) para dotar de agua segura, nutrición, educación, salud y protección a 48 millones de niños que viven en 51 país en estado de emergencia. «Yemen sufre una de las mayores y más complejas crisis humanitarias de la época», explica la especialista. Más de 5.000 menores han resultado heridos o muertos y más de dos millones de sus ciudadanos han sido desplazados, y la mitad son niños. Además, 400.000 pequeños sufren malnutrición severa aguda.
A su juicio, la situación es de caos, descalabro económico, pobreza y desesperación. Pero cabe un resquicio para la esperanza. «Soy optimista, si no, no estaría aquí», advierte. «Confío en que los contendientes se den cuenta de que ninguno puede aspirar a una solución militar y busquen la salida negociada. Tampoco les interesa un derramamiento de sangre porque se trata de una guerra mal vista».
Hubo un tiempo en el que el destino yemení era uno de los preferidos por los amantes del exotismo y la aventura. La conocida como Arabia Félix alberga vestigios de milenarias civilizaciones, como las de los himyaritas y los mineos, y sus antiguos rascacielos, que se remontan al siglo XVI, constituyen toda una seña de identidad y patrimonio de la Unesco.
Pero la inseguridad ha arruinado su atractivo. Hace diez años, un atentado suicida acabó con la vida de ocho visitantes españoles. «No hay ningún turista, de eso doy fe», lamenta Relaño. «Es muy triste porque el país de la reina de Saba resulta fascinante».
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
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