
No revele que es gay en Ghana
Acoso a las minorías sexuales. ·
Los principales partidos del país africano preparan una ley que conduce a los homosexuales a la cárcelSecciones
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Acoso a las minorías sexuales. ·
Los principales partidos del país africano preparan una ley que conduce a los homosexuales a la cárcelNunca revele que es gay en Ghana. Una confesión en tal sentido podría suponerle tres años de cárcel y si, además, realiza labores de promoción ... o defensa del colectivo la pena oscilaría entre los cinco y diez años de prisión. Este represivo panorama es el que dibuja un nuevo proyecto de ley antigay que diez parlamentarios acaban de presentar en la cámara legislativa del país africano. No se trata de un descabellado intento de combatir la homosexualidad. En realidad, esta iniciativa ya fue aprobada en 2024 y no llegó a buen término cuando estaba sobre la mesa del presidente Nana Akufo-Ado. Según la tesis oficial, las impugnaciones llevadas a cabo por los defensores de los derechos humanos disuadieron al jefe del Ejecutivo. Prudente, prefirió esperar al dictamen del Tribunal Supremo, pero esta institución adujo que sólo podría pronunciarse si el dirigente la firmaba.
El responsable último prefirió desprenderse de la patata caliente ignorándola en el último tramo de su mandato y la norma en ciernes quedó en el limbo. Pero su vuelta ha demostrado la persistencia de una atmósfera de acoso a las minorías sexuales. El nuevo líder del país, John Mahama, del anterior partido opositor de centro izquierda, no sólo comparte la misma voluntad represora sino que ha declarado su intención de que el proyecto se tramite como una ley estatal.
Los nuevos tiempos propician su aprobación. Algunos de sus nuevos instigadores han aludido a la más que probable connivencia de Donald Trump, defensor de los valores neoconservadores. La obligación de señalar el sexo de nacimiento en los documentos identificatorios fue una de sus primeras medidas. Hasta ahora, Estados Unidos y la Unión Europea se han convertido en los últimos parapetos contra estas iniciativas, al amenazar con suprimir sus ayudas al desarrollo si las leyes antigais eran aprobadas. Pero el creciente rechazo antioccidental puede cambiar las estrategias y obviar estas agresiones en pos del mantenimiento de alianzas geoestratégicas.
Considerar que estas propuestas son el reflejo de una elite gobernante es un error. La opinión pública sostiene esta política y la unanimidad concilia a individuos de diversas creencias religiosas. En Senegal, de mayoritaria fe musulmana, una manifestación exigía hace tres años acentuar la criminalización de las prácticas homosexuales tras haber sido desestimado en la Asamblea Nacional un proyecto para imponerla. En esta república las relaciones entre personas del mismo sexo están tipificado como un delito. No hay visos de cambio. El primer ministro Ousmane Sonko, representante de una nueva corriente progresista, ha asegurado que estas conductas «no son aprobadas, sino toleradas».
La trascendencia de la cuestión gay va más allá de los derechos humanos. Es un recurso de la clase política para recabar el respaldo popular. En circunstancias adversas, y en el caso de Ghana con la mitad de la población en paro, una alta inflación y crisis, la alusión a la preservación de la cultura local, muy conservadora, concita adhesiones.
El marco actual, de rechazo al pasado colonial, también facilita un discurso que sostiene que la homosexualidad es un comportamiento introducido por las potencias occidentales y que atenta contra los valores morales tradicionales. La interpretación no sólo resulta absurda, sino que también es contraria a la historia. En realidad, tal rechazo tiene un origen importado porque la penalización supone una traslación de los códigos penales europeos y su legislación decimonónica al de los jóvenes Estados africanos.
Uganda es el epicentro de esta ola de odio. El país ha acogido dos conferencias sobre valores familiares y soberanía, los dos argumentos habituales esgrimidos para luchar contra la homosexualidad, y tiene una de las legislaciones antigais más punitivas del mundo. A la ilegalidad se suma la posibilidad de imponer la cadena perpetua e, incluso, la pena de muerte en los casos 'agravados', como el mantenimiento de relaciones sexuales con menores de dieciocho años.
La religiosidad de sus ciudadanos ha sido el caldo de cultivo para la implantación de sectas evangelistas muy rigurosas. En el caso de los mencionados foros se apunta a la iniciativa de la Agenda Europa, una red creada en Londres en 2013 y a la que se le achaca la promoción de posturas contrarias al aborto, el matrimonio de gais y lesbianas y los derechos de los transexuales.
La historia de atentados en Uganda contra la libertad sexual es larga. Entre otros capítulos, cuenta con la publicación en 2011 y 2014 de listados con fotos de individuos a los que se les reprochaba su condición homosexual, y el asesinato nunca esclarecido de David Kato, militante en pro de los derechos de gais y lesbianas. La agresión no finalizó con su muerte. El pastor que oficiaba su funeral condenó su trabajo y sus vecinos se negaron a enterrarlo en el camposanto local.
Los Estados africanos difieren en su sensibilidad hacia estas minorías. Los del norte y el centro parecen agudizar su desprecio, y la postura de los australes es de creciente apoyo. Así, mientras el nuevo código penal de Mali condena la homosexualidad, Angola la ha despenalizado. Pero no hay motivos para la esperanza. La mitad de los 67 países que la castigan se hallan en el continente.
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