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La capital austriaca es un importante foco de turismo cultural. :: R. C.

Austria son dos

Las elecciones presidenciales muestran un país dividido en dos mitades casi iguales: Viena y las ciudades votaron verde y la población rural, a la ultraderecha

INÉS GALLASTEGUI

Viernes, 27 de mayo 2016, 20:33

Es el país de los Alpes tiroleses, Sigmund Freud, la tarta Sacher y los conciertos de Año Nuevo, pero la mayoría lo sigue viendo como una especie de apéndice de Alemania. Esta semana ha estado a punto de convertirse en el primer miembro de la Unión Europea con un presidente de la ultraderecha. Un 0,6% del electorado lo impidió en el recuento de los votos por correo: el candidato Alexander Van der Bellen, un independiente de izquierdas respaldado por los Verdes, se impuso por 31.000 votos a Norbert Hofer, del euroescéptico y xenófobo Partido de la Libertad (FPÖ).

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«En Austria conviven dos países: Viena y el resto», explica Paco Bernal, un economista madrileño de 40 años que lleva 10 allí. La capital austriaca aparece año tras año en los ranking de las ciudades con mayor calidad de vida del mundo: monumental, bellísima, limpia, segura, cosmopolita, con excelentes servicios públicos y surcada de carriles-bici. «Cuando los españoles que llegan me preguntan cuáles son las zonas buenas y las malas, no sé qué decir: aquí no hay barrios peligrosos para aventurarse por la noche -asegura Bernal, «enamorado» de Austria y autor del blog 'Viena directo'-. Tiene un tamaño humano, manejable. El 85% del 'land' es espacio natural protegido y a 45 minutos de la catedral de San Esteban, el centro, está el campo, campo, o sea, con ciervos y jabalíes».

Más allá de los límites de la región capitalina, solo otras cuatro urbes tienen más de 100.000 habitantes -Graz, Linz, Salzburgo e Innsbruck- y el resto es un tejido de ciudades pequeñas y pueblos minúsculos enclavados en paisajes alpinos de postal. Dos tercios de la superficie del país se encuentran a más de 500 metros de altitud y hay decenas de estaciones de esquí; el techo es el pico Gross Glockner, de 3.798 metros.

Historia de acogida

El aislamiento de la montaña explicaría la mentalidad más cerrada y conservadora de la población rural, que ha votado en masa al FPÖ. «Hace unos años tuve una novia y su familia del pueblo le pidió que no se fuera conmigo de vacaciones: podía quitarle el pasaporte y retenerla», cuenta Pablo Morales, informático alicantino de 45 años y presidente de la Asociación Española en Austria (AEA).

Personajes famosos

  • a saber

  • Mozart es el músico austriaco por excelencia, pero también lo son Franz Schubert y los Strauss. Comparten origen con la emperatriz Sissi, los filósofos Karl Popper y Ludwig Wittgenstein, el científico Gregor Mendel, el ingeniero Ferdinand Porsche, el pintor Gustav Klimt, los cineastas Fritz Lang y Billy Wilder, el dictador Adolf Hitler, el actor Arnold Schwarzenegger y la cantante Conchita Wurst, ganadora de Eurovisión.

  • Es lo que cuesta una barra de pan en Austria, casi cinco veces más que en España. La cerveza (3 euros) es más barata que el café (de 3 a 5). Una entrada de cine oscila entre 8 y 12 euros. La vivienda es relativamente asequible por 200.000 euros se puede encontrar un piso de 85 m2 en Viena.

Ese temor a los de fuera puede parecer excesivo en esta república de 8,5 millones de habitantes con una tasa de paro del 8% y una larga tradición de ayuda a sus vecinos en crisis. «En los 50 acogimos a los húngaros, en los 60 a los checos, en los 80 a los polacos y en los 90 a los bosnios», recuerda Georg Diwald, adjunto al embajador de Austria en España. En la capital más del 20% de la población es de origen extranjero; en todo el país, el 13%. La minoría más importante es la alemana, seguida de la turca y de las nacionalidades de la antigua Yugoslavia.

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El problema ahora es el volumen: en 2015 entraron por el sur cientos de miles de sirios que huían de la guerra; la mayoría cruzaron el país para entrar en Alemania, pero 90.000 se quedaron y pidieron asilo en Austria. «Es un 1% de la población. Tras Suecia, somos el país con más solicitantes per cápita», recuerda Diwald. En abril, el gobierno de coalición entre socialdemócratas y conservadores anunció el cierre de fronteras. «Debemos hacer un esfuerzo para integrarlos en el mercado laboral», recalca el diplomático.

Los populistas del FPÖ han agitado los fantasmas del paro -que hace un lustro rondaba el 4%-, el terrorismo islamista y los recortes en un estado de bienestar que, según ellos, podría colapsar por la presión de los foráneos. «Les apoyan trabajadores poco cualificados que antes votaban a los socialistas», recalca el directivo de la AEA.

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Y el sistema de protección social no es moco de pavo: la baja maternal dura un año con el 80% del sueldo y se puede prolongar hasta tres con el puesto reservado. La guardería y el colegio son gratuitos y solo se paga el comedor, unos 40 euros al mes. Las familias reciben 150 euros mensuales por niño hasta que cumplen 18 años -si se independizan- o 26, si estudian y siguen en casa.

La sanidad es pública y universal: cada usuario puede elegir a sus médicos de atención primaria y especializada -a los que paga la Seguridad Social-, pero tiene que abonar una cantidad simbólica -unos 15 euros diarios- por estancia hospitalaria.

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El salario medio en 2015 fue de 43.484 euros brutos, 3.624 mensuales con 12 pagas (en España, 26.259 al año, 2.188 al mes). Pero la presión fiscal es mayor -cerca de un 40% se va en impuestos-, por lo que los ingresos netos se quedan en 1.800-2.000 euros. El salario social es de 750 euros para personas solas y 1.200 para parejas. «Lo que no hay en Austria son sueldos de miseria. La gente gana lo que tiene que ganar», señala Pablo Morales, que desaconseja a los españoles emigrar sin un buen nivel del dificilísimo idioma alemán, a no ser que su aspiración sea fregar platos o limpiar casas.

Marcos, abogado de 43 años de padre español y madre austriaca, nació y vive en Madrid y tiene la doble nacionalidad. Casado con una española y con tres hijos, se compara con su hermana, que se marchó a Salzburgo, y sale perdiendo: «Ella recibe una subvención de 500 euros por los niños y no paga la guardería ni el colegio, solo el comedor». La cuota del Colegio Alemán de Madrid, un centro privado, ronda los 400 euros mensuales por alumno.

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«Ya tengo mi vida hecha, pero a veces pienso que, si yo faltara, no sería mala idea que mi mujer se marchara a Austria. A mucha gente de aquí le gustaría ser pobre allí: se puede vivir de las subvenciones», reflexiona.

Formales y carnívoros

¿Y cómo son los austriacos? No tan fríos como parece, católicos muy poco practicantes, trabajadores metódicos, amantes de la música y un poco cabezas cuadradas. Practican con pasión el esquí y el senderismo y se echan a la calle siempre que el tiempo lo permite. «Y cuando no, también», asegura Paco Bernal, que hace en su blog una deliciosa descripción de la forma de ser de sus vecinos. Por ejemplo, adoran el protocolo: «Son anfitriones de una eficacia imbatible y muy amantes de las formas como un código que da seguridad y permite saber qué es lo correcto en cada situación».

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Les causa una gran curiosidad la monarquía, institución de la que se libraron tras la desaparición del Imperio Austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial, con la fundación de la república en 1919. «Es como ese miembro fantasma que los amputados sienten cuando va a cambiar el tiempo», asegura Bernal. Eso, apostilla, sin perjuicio de su afición por los desfiles con trajes típicos y uniformes de época.

Son grandes comedores de carne -el escalope o 'Schnitzel' es uno de los platos estrella de este país sin mar- y acostumbran a acompañar el café con dulces típicos como el 'Apfelstrudel' o la 'Sachertorte'. Los fines de semana practican el 'brunch', un desayuno tardío que incluye salmón o embutidos y champán.

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En eso se parecen a los alemanes, sus vecinos del norte, con quienes mantienen una relación de amor-odio, este último especialmente tras la anexión nazi del 'Reino del Este' (significado de Österreich). «Los alemanes consideran a los austriacos como italianos», afirma Pablo. «Somos tan listos que hemos convertido a Hitler en alemán y a Beethoven, en austriaco», bromea Marcos.

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