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isabel ibáñez
Viernes, 8 de junio 2018, 01:39
Durante tres días, la erupción del Vesubio asoló las poblaciones situadas en las faldas del volcán italiano: Pompeya, Herculano, Estabia y Oplontis. Se desconoce el número de personas fallecidas, aunque fueron miles, muchas de las cuales ni siquiera tuvieron tiempo de enterarse de su muerte, asfixiadas por una nube de gas y cenizas a 500 grados que corría a 700 kilómetros por hora. Otros muchos sí se dieron cuenta de la que se avecinaba e intentaron escapar de aquel infierno, como el hombre cuyo esqueleto muestra la foto, al que acaban de descubrir con medio cuerpo aplastado por esa enorme roca en el Callejón de los Balcones, una vía de casas elegantes. No le mató una de las peligrosas bombas que expulsan los volcanes, sino la piedra de una vivienda, quizá el dintel de una puerta, que se desprendió por los estallidos al paso del infortunado pompeyano. De unos 30 años, al parecer le costaba correr por culpa de una infección descubierta en la tibia de una de sus piernas que le haría cojear ostensiblemente. Lo más extraño es que le falta la cabeza, quizá arrancada por el impacto.
300 kilos pesa la piedra que aplastó al infortunado hombre que huía de la lava, que bulle a una media de 300 grados de temperatura. El río ardiente procedía del Vesubio, volcán que se encuentra a 1.300 metros de altura. En aquella erupción del año 79 quedaron sepultadas varias poblaciones, entre ellas Herculano, donde se hallaron 300 esqueletos.
Entre las víctimas de Pompeya se encuentra el sabio Plinio el Viejo, que se encontraba al norte de la bahía de Nápoles como encargado prefecto de la flota romana. Al ver aquella montaña que explotaba –faltaba mucho para que se conociese la realidad de los volcanes–, zarpó con sus naves para socorrer a los habitantes que huían, pero, según su sobrino, Plinio el Joven, la curiosidad le forzó a acercarse más para ver el fenómeno, lo que acabó con su vida.
Marco Valerio Marcial (40-104): «He aquí el Vesubio, hace poco verde bajo la sombra de los pámpanos; aquí la noble uva había hecho desbordarse las cubas llenas de vino (...). Todo yace sumergido en llamas y en siniestra ceniza: ni los dioses del cielo hubieran querido que esto les fuese permitidode antemano».
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