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El Levante sufrió mal de altura en los Pirineos. La visita a Andorra podía catapultar a los azulgrana a la primera posición de la clasificación, pero acabó nublando su vista. Los de Javier Calleja se desvanecieron y perdieron la oportunidad de dar un golpe de autoridad en la tabla. El técnico madrileño, teniendo en cuenta el proyecto de la presente temporada, insiste en minimizar la presión y dejar en un segundo plano la plaza ocupada en cada momento. Sin embargo, resulta difícil gestionar tales aspiraciones. Y el partido de este sábado fue un jarro de agua fría. No sólo por la derrota, sino por las pobres sensaciones que ofreció el equipo durante gran parte de los minutos. Mermado por la acumulación de bajas en defensa y por la falta de alternativas en las bandas, el entrenador realizó una apuesta que no funcionó. El rival, que afrontaba la cita sintiendo la amenaza de la zona de descenso, impuso su fútbol desde el inicio, mientras que al conjunto granota se le nubló la vista. Vértigo cerca de la cumbre.
Los azulgrana, titubeantes e irreconocibles durante el primera acto, despertaron en la recta final. Tarde. Sin lanzar entre los tres palos hasta el tiempo añadido, es prácticamente imposible ganar. Calleja se marchó de Andorra insatisfecho, consciente de que esta plantilla puede dar muchísimo más de sí a pesar de los contratiempos en forma de lesión.
En las últimas jornadas, el Levante ha perdido chispa en ataque. Los problemas físicos de Fabrício y el frenazo de Bouldini han pasado factura. El delantero marroquí, quien arrancó el campeonato con el cuchillo entre los dientes al marcar cinco goles en siete jornadas, ahora encadena seis encuentros sin ver portería. Y este sábado, además, Calleja no halló la fórmula para contrarrestar las sensibles bajas en la retaguardia. Una fatal combinación que condujo al cuadro azulgrana a sufrir su primera derrota a domicilio este curso.
El Levante había puntuado en todas las visitas, con un balance de tres victorias y tres empates. Sin embargo, Andorra representó el final de la racha. Los granotas, que también pasaron apuros la semana pasada en Tenerife, no consiguieron en esta ocasión poner el candado a la portería de Andrés Fernández.
Después de tres jornadas consecutivas imbatido, el guardameta murciano sí tuvo que recoger el balón de las mallas en Andorra. Y por partida doble. El Levante careció de la contundencia de otros encuentros. A Calleja le tocó sacarse de la chistera un esquema defensivo. Lo hizo obligado por la ausencia de Valle, Muñoz y Capa, quienes siguen en la enfermería. Sin laterales del primer equipo disponibles, el técnico decidió juntar sobre el césped a sus tres centrales: Vezo, Postigo y Dela. Un dibujo de 3-5-2 en el que Cantero y Pablo Martínez se encargaron de cubrir los carriles. Y precisamente por ahí, por las bandas, el equipo comenzó rompiéndose.
Mientras el Levante resistía, el Espanyol sucumbía en el campo del Sporting de Gijón. Un resultado que despejaba el camino para que los granotas, en caso de llevarse la victoria, durmieran en la primera posición de la tabla a la espera del resultado que obtuviera este domingo el Leganés. No pudo ser.
El manual de estilo del Andorra no ofrece discusión: todo pasa por la posesión del balón. Eder Sarabia, formado a la sombra de Quique Setién en los banquillos, sólo entiende el fútbol de esa manera. Y este sábado lo dejó bien claro desde el primer minuto al hacerse con el dominio absoluto del juego.
Álex Calvo era un quebradero de cabeza para Dela y Pablo Martínez. El Andorra volcaba su juego por su banda derecha. Por el otro flanco, Cantero pasaba desapercibido. El equipo del Principado metió el susto en el cuerpo con tiros de Petxarroman y Bover. Para el Levante, en cambio, cruzar el centro del campo suponía el abismo. Los azulgrana carecían de recursos para cocinar jugadas. El trivote, con Oriol Rey, Giorgi y Algobia, se remangaba en la contención, pero nadie cogía la batuta.
Y a pesar de todo, Bouldini tuvo el gol en su cabeza antes del descanso. Calleja era consciente de que había que dar un golpe de timón urgentemente. Por eso aprovechó el paso por vestuarios para introducir futbolistas que fueran capaces de tomar la iniciativa en la medular. De ahí que introdujera a Brugui y a Iván Romero en detrimento de Giorgi y Cantero.
El Levante trató de dar un paso adelante y, en ese escenario, el Andorra supo detectar los nuevos espacios. En busca de alternativas, Calleja decidió volver al habitual 4-4-2 con la entrada de Lozano y del canterano Xavi Grande a falta de media hora. Pero inmediatamente después de esa maniobra, el Andorra se adelantó por medio de Scheidler, una torre de 1,92 metros. Vezo se confió en la cobertura. A partir de ahí, el Levante sí se soltó, aunque tímidamente. El duelo se abrió, estando muchísimo más cerca el 2-0 que el empate. Ya en la recta final, los azulgrana ganaron mordiente, espoleados por el vigor de Bouldini. Gozaron de dos ocasiones para poner las tablas. Pero lo que llegó fue la sentencia, firmada por Iker Benito. El Levante, que ya cayó el año pasado en Andorra, acusó el vértigo.
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