Un punto que sabe a poco

El 2-2 firmado ante el Eibar tiene varias lecturas. El equipo de Julián Calero tiene gol, ya que ha marcado, de momento, en estas tres jornadas. Pero está sufriendo en su propia área. Ha encajado cinco goles en tres partidos y no ha sumado todavía ninguna portería a cero, algo que en el pasado curso hacía de forma recurrente. Hay margen de mejora. Pero también está la lectura de que este Levante tiene detalles que ilusionan y es imposible no pensar en que una vez se corrijan esos pequeños errores que están lastrando al equipo en el inicio liguero, será uno de los mejores de la categoría. Los dos goles anotados en Ipurúa fueron de bellísima factura demostrando que el equipo tiene calidad a raudales.

Este Levante tiene tal magnitud de centrocampistas que se puede permitir el lujo de reubicar a don Vicente Iborra como central para no tener que sentar a ninguno. Partidazo de Oriol Rey en el pivote, que acompañó a la pareja que supuestamente iba a servir para hacer caja en el mercado pero que finalmente se queda en Orriols, la de Giorgi Kochorashvili y Pablo Martínez. Todo ello, cómo no, acompañado de la estrella de este equipo, Carlos Álvarez. De hecho, de una combinación frenética entre líneas de todos estos actores, llegó el primer gol de la tarde. El georgiano levantó de cuchara un balón en la frontal del área y Roger Brugué lo atacó con todo. Fue tal su ímpetu que no pudo evitar una fortísima colisión con Magunagoitia, el portero del Eibar. No obstante, antes del choque, tocó lo suficiente el balón como para desviarlo y que entrara en la portería. Un golazo por la jugada en sí pero no por su definición, que dejó un ambiente frío en el aire porque por momentos los dos futbolistas que se encontraron de frente no se levantaban del césped. Finalmente todo quedó en un susto y el gol subió al marcador, lo que ponía al Levante por delante en Eibar dando un golpe sobre la mesa, demostrando que tiene, posiblemente, el mejor centro del campo de toda la Segunda División.

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No tardó en llegar la reacción del conjunto local, que a la media hora, empezó a bombardear el área granota con su especialidad: los centros laterales. Andrés Fernández tuvo que empezar a aparecer deteniendo remates de Jon Bautista y Matheus Pereira, que amenazaron con sus remates. El Levante, que había salido al campo en los minutos iniciales como protagonista absoluto, dio un paso atrás y empezó a defender muy atrás, quizá demasiado, permitiendo al Eibar generar ocasiones. Un achicamiento quizá excesivo para una primera parte, ya que el equipo de Calero parecía que defendía como si estuviese en el último minuto. Sólidos atrás, eso sí, hasta el descanso. Tras el paso por los vestuarios, el Levante salió adormecido, todo lo contrario que el Eibar, que debió hablar las cosas en el entretiempo y salió a morder.

Al minuto de segunda parte, Antonio Puertas remató en el área al primer toque una gran jugada por banda del Eibar, que encontró la manera de igualar el partido. Con el 1-1, el equipo local siguió apretando. Tuvo que llegar Andrés García para salvar casi sobre la línea otro remate franco de Puertas que iba a acabar en gol. Tras un cuarto de hora de más igualdad y menos sufrimiento, Calero optó por dar piernas frescas a su equipo y realizó un triple cambio. Cabello, que sorprendentemente había desaparecido del once, entró de lateral izquierdo por el fatigado Pampín. Romero sustituyó a un desdibujado Morales, que no hizo más que perder balones, y Lozano entró por Pablo, que tampoco tuvo su mejor día en su regreso con el Levante. Con los cambios llegó la mejoría del Levante y eso se cristalizó con el segundo golazo granota de la tarde. Cómo no, todo surgió de las botas de Carlos Álvarez, que se inventó un pase al hueco al desmarque de Brugué. Este, a lo Guti, dejó atrás un taconazo ante el portero que empujó Romero al fondo de la red. No obstante, cuando parecía el partido resuelto, en el añadido, el Eibar colgó una falta al área y tras una jugada embarullada, Puertas, el más listo de la clase, redondeó su partidazo empujando a gol para empatarlo todo.