En repetidas ocasiones el Levante esta temporada ha tenido la oportunidad de dar un golpe sobre la mesa al ascenso directo y las ha desaprovechado. Le pasó en Huesca, le pasó ante el Mirandés y le pasó en Tenerife. Pero el destino es caprichoso, y a pesar de que el conjunto granota no ha estado fino en el tramo final de la campaña, los tropiezos de los rivales directos abrían una ventana de esperanza para reengancharse a la pelea, ya que el Eibar perdió y tanto Las Palmas como el Alavés empataron. El golaveraje igualado con los canarios obligaba al Levante a ganar por cuatro goles de diferencia si quería irse a dormir en ascenso directo.
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Ni con esas. Era mucho pedir. Ni alineándose todos los astros. El Levante fue incapaz de sacar los tres puntos ante un Ibiza que ya piensa en su próxima temporada en Primera RFEF. Eso lo dice todo. Un empate en casa ante un rival descendido sin nada en juego es difícil de calificar. El espanto, el ridículo, el esperpento. Elijan ustedes. Lo vivido en el Ciutat desesperó a la afición que se volcó en masa con su equipo. Ni la equipación especial por la Mare de Déu trajo suerte. La pitada de despedida a los jugadores fue más que merecida. Una inefectividad que bien te puede costar el disgusto de no subir a Primera.
Da igual jugar con una referencia en ataque que con dos. Tampoco cambia nada que esté uno u otro. Los atacantes granotas tienen la pólvora mojada. A todo esto contribuyó un rival que nada tenía ya que pelear pero que planteó un encuentro con ADN propio de su entrenador, Lucas Alcaraz: ultradefensivo. Acabó mal el partido que empezó de la peor manera, con un hombre atendido en la grada. Orriols respiró aliviado cuando a la media hora de fútbol se informó de que el aficionado estaba estable.
Ahí fue precisamente donde el Levante se soltó más en ataque. El portero del Ibiza, Germán, tuvo que estirarse para detener un zurdazo desde la frontal del área de Montiel que iba directo a la escuadra. Dos intentos a balón parado en saques de esquina, uno de Pubill y otro de Soldado, prácticamente idénticos, se marchaban ligeramente por encima del travesaño. El Ibiza, plantado atrás con un claro 5-4-1, no propuso gran juego ofensivo y se limitó a defender y a firmar desde el inicio las tablas. Su única ocasión fue un tímido intento de chilena de Ekain que fue atrapado con facilidad por Femenías, que apenas tuvo trabajo en todo el encuentro.
Pero el claro protagonista de la noche fue el colegiado Milla Alvéndiz. El andaluz enfureció al graderío del Ciutat de València con sus decisiones, especialmente con la de no amonestar con prontitud a los futbolistas ibicencos, sobre todo a su portero, por las constantes pérdidas de tiempo. Desde el minuto diez aproximadamente, Germán retrasó todo lo que pudo sus saques de puerta, llevándose sonoras pitadas de los aficionados, que no entendían que el colegiado no mostrase, al menos, una cartulina por la reiteración de sus pérdidas de tiempo que terminó llegando ya en la recta final del encuentro. Con el final del primer tiempo, el árbitro se llevó el clásico cántico: «¡Burro, burro!». Tras la reanudación y con los mismos protagonistas, el público empezó a impacientarse por la pasividad de su equipo y tímidos pitos afloraban conforme los centrales del conjunto granota movían el esférico de lado a lado en vez de jugar hacia delante en busca de la portería.
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La nota negativa la puso Rober Ibáñez, que tras completar una buena primera mitad, tuvo que pedir la sustitución a los diez minutos de la segunda por molestias en la parte trasera del muslo derecho, donde llevaba un aparatoso y visible vendaje. De Frutos, que había sido sorprendentemente suplente —un toque de atención por parte de Calleja—, entró para sustituirle. Ante la imposibilidad de penetrar la muralla ibicense, Calleja retiró a Pubill para dar entrada a Musonda, dejando a De Frutos como carrilero con toda la banda derecha para él.
A más de un aficionado granota le vendría un recuerdo de este pasado Mundial de Catar con los partidos de la selección española. El juego del Levante ante el Ibiza fue similar. Moviendo el balón de lado a lado ante un rival encerrado sin encontrar la forma de generar peligro. Un atasco total. La impaciencia del público cayó sobre Soldado, que se llevó otra sonora pitada de su propio público al ser sustituido por Bouldini. «¡Échale huevos, Levante échale huevos!» pedía el Ciutat, que veía como se volvía a escapar una nueva oportunidad de engancharse al ascenso directo.
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Los minutos finales del encuentro fueron agónicos. El Ibiza, al mínimo contacto, se iba al suelo. Cortos se quedaron los siete minutos de añadido. El miedo y la presión se notaba en las piernas de los jugadores del Levante, que temblaban ante la situación.
Las posibilidades de terminar la temporada entre los dos primeros se esfuman a falta de dos jornadas donde es difícil pensar que se pueda sumar seis de seis si no se es capaz ni de arañar los tres ante un descendido Ibiza. Muy mal lo deberán hacer los rivales para que salgan las cábalas, al menos para ocupar dentro de dos jornadas una de las dos plazas que dan el billete directo hacia primera. Por extraer una nota positiva, si es que la hay, es que de cara a lo que todo parece indicar que será un play-off de infarto, el Levante es sólido atrás y difícil de vencer. Pero alguien tendrá que hacer algún gol, y más si el equipo no acaba tercero. Sin gol es imposible subir a Primera. Hay que afinar la puntería.
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FICHA TÉCNICA:
Levante: Femenías, Pubill (Musonda, 67'), Postigo, Róber Pier, Álex Muñoz, Iborra, Pepelu, Montiel (Cantero, 74'), Ibáñez (De Frutos, 55'), Wesley y Soldado (Bouldini, 74').
Ibiza: Germán, Grima, Martín (Juan Ibiza, 86'), Grillo, Mauro, Serrano, Isma Ruiz (Appin, 66'), Coke, Vázquez (Escobar, 76'), Ekain (Alarcón, 86') y Herrera.
Árbitro: Milla Alvéndiz (Comité Andaluz). Amonestó a Isma Ruiz, Grima, Germán, Serrano, Martín, Juan Ibiza y Coke.
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