Hay días que por mucho empeño que pones, las cosas no salen como esperas. La cuestión es que si eres capaz de salir airoso del apuro, reflexionar, corregir errores y aplicar soluciones, todo lo que vengan serán alegrías. Al Levante le pasó este domingo algo parecido en lo que al sinsentido general se refiere. Fue uno de esos partidos que se te hacen largos, fríos, espesos y que invitan a pensar que con lo a gusto que estaría en casa calentito... pero a veces se dan situaciones que compensan ese sacrificio popular que acepta con resignación ganar por la mínima, agradeciendo a Cárdenas sus reflejos y su instinto de colocación, y casi pidiendo la hora. Este año, cuando se acabe esta historia, días como el de este dominmgo serán tan sólo apuntes contables en el que pocos se acordarán el cómo se jugó.
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Es verdad que no siempre puedes estar tan al límite, pero esta categoría te permite manejarte en ciertos márgenes en los que el Levante parece encontrarse cada vez más cómoda. La racha del equipo refuerza la convicción de este grupo que sabe que el día que no está inspirado o el poste traiciona a Montiel, el que la lía es De Frutos, y cuando ni uno ni otro parecen muy centrados en el asunto del gol, aparece Vicente Iborra tirando de galones y jerarquía para calmar a todos.
Bendita cabeza la del de Moncada. No le hizo falta ni hacer un gran salto ni un espectacular remate, tan sólo estar donde tenía que estar. La experiencia por los años de combate le permiten ver el fútbol desde una perspectiva diferente. Capaz de sacar con una calma tensa el balón jugado al borde de su propia área en situaciones de riesgo como desahogar a sus compañeros en zona de creación, y pisar con decisión la zona de conflicto para recoger un rechace del larguero tras un acrobático intento de Brugui. El '10' hizo esta vez de '10' y se metió los tres puntos en el bolsillo, esos que le birlaron justo la semana de antes cuando no le validaron el remate en Lugo.
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Un respiro para todos porque al Málaga de Pepe Mel le bastaba con arrancar un empate en este duelo cargado de imprecisiones. Calleja tomó buena nota de ellas desde el palco. Lo vio tan claro que no le tembló el pulso, por ejemplo, en el descanso cuando decidió dejar en la ducha a Son y meter a Pubill. El lateral fue uno de los más fallones sobre el terreno de juego. De hecho, una mala entrega suya en la zona de medios, casi en el 45', hizo que el Málaga carburara lo suficiente para que el veterano Rubén Castro acabara marcándole a Cárdenas. A la defensa granota le pilló a contrapié y sobre la marcha fue incapaz de ajustar las marcas. Menos mal que Rubén Castro se dejó traicionar por su olfato y se adelantó más de la cuenta. El jarro de agua fría lo calentó casi de inmediato el VAR para arreglar el desajuste local.
No fue ni mucho menos ése el único apunte que se dio en la primera mitad, en la que el Levante -como en el resto del encuentro- manejó mucho más la pelota. Tener más posesión no es ni mucho menos sinónimo de generar peligro. Es verdad que pudo marcar el Levante, pero no con la suficiente claridad para darse ni mucho menos por satisfechos. Había metido Calleja a Cantero por detrás de Bouldini pero la prueba no resultó. A Cantero le costó encontrar su espacio y al resto de compañeros les costó encontrarse a sí mismos. Con esos condicionantes, tan sólo el zapatazo de Montiel que se estrelló en el poste alivió un poco el frío en las gradas. La falta que le hicieron a Bouldini estaba a bastante distancia pero Montiel no se lo pensó. Golpeo con la izquierda fuerte y colocada pero cinco centímetros más a la derecha hubiera significado convertirlo en el héroe de la noche. El portero se limitó a seguir la trayectoria del esférico con la mirada.
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Al Levante le costó siempre encontrar su sitio en el campo. De ello puede dar fe De Frutos, un jugador capaz de aniquilar rivales con su velocidad en el regate pero que esta vez estuvo tan gris que terminó siendo sustituido. Las pérdidas fueron constantes en situaciones de no riesgo y eso siempre te deja algo preocupado. Ni los cambios ayudaron a cambiar radicalmente la escena. Es verdad que con Brugué ganas más opciones de desborde, algo que en el fútbol de hoy en día cada vez es más escaso, pero toda la segunda mitad transcurrió por lo general en un tono bastante mediocre. Fue marcar Iborra y el Levante ser plenamente consciente que tenía prácticamente el partido en el bolsillo siempre y cuando no cometiera ninguna pifia detrás. Por eso entró Pepelu, para darle más músculo al centro del campo y evitar que el Málaga pudiera pensar en algún momento que la idea de acercarse a Cárdenas no era tan descabellada.
Aún así, la tuvieron. Justo en el 90', ya con el tiempo de prolongación consumiéndose. Es justo lo que debe evitar a toda costa el Levante ante otros rivales que tengan algo más de capacidad. Los andaluces -quien los ha visto y quien los ve- están hundidos en la tabla pero eso no les impidió sacar más rentabilidad a sus cambios hasta el punto de crear alguna que otra incomodidad a la defensa granota.
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Menos mal que Iborra ya había dejado las cosas en su sitio. Ese 1-0 mantiene la carga de adrenalina viva para este jueves que viene, en una noche que esperemos no sea tan espesa como ésta en la que alguno se pregunta por qué no jugó ni un solo minuto Campaña, cuando es precisamente uno de esos que en días grises siempre puede tener ideas sorprendentes.
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