Nafti, ¿a qué quieres jugar?

En un día que debía ser pleno para todos al conmemorar el recuerdo de una persona tan emotiva y tan maltratada como él -hace diez años y cuatro meses que nos privó a todos de su sabiduría-, el Levante se empeñó en enturbiar lo que teóricamente debía ser una emotiva tarde. A Preciado, este 0-1 le hubiera amargado. Por muy cántabro y del Racing que fuera -que lo era y mucho-, le habría dolido ver a su Levante desangrarse tan descaradamente.

El Levante está herido. Lo que era un rasguño se ha convertido ahora en un boquete. Hay que decirlo ya con la crudeza que eso significa. Es verdad que queda una larga historia todavía por escribir pero el problema es todos esos síntomas que lleva un día tras otro ofreciendo un equipo con una plantilla poderosísima. Por eso es más que comprensible ver a la afición desesperarse por la falta de soluciones o incluso calentarse más de la cuenta con el palco.

A Quico Catalán le empieza a acorralar la grada, la misma que le subió a los altares con sus aciertos y que poco a poco lo está señalando como principal responsable de las preguntas sin respuesta que se hace el Ciutat. Si Nafti ya generó en su momento un abierto debate sobre su idoneidad para pilotar un proyecto de tanta enjundia como el granota, a presidente y entrenador se les sitúa ahora en el mismo plano. El presidente, así lo dice en conversaciones privadas, sigue teniendo una fe plena en el técnico, el hombre que nueve jornadas después del arranque continúa sin tener claro un patrón que identifique de verdad a este Levante. Nafti, de verdad, ¿a qué quieres jugar?

El día que lo tenga claro él, el día que consiga hacerse entender con sus futbolistas y el día que estos asuman de corazón el compromiso con el entrenador -Preciado era un artista en conseguirlo-, el Levante podrá salir al campo y destrozar a los adversarios. Hasta ese momento, da igual que juegues contra un recién ascendido, que lo hagas fuera o en casa, porque con cuatro cosas que haga va a ser capaz de desplumarte. Da igual hasta si tienes superioridad numérica, porque ni aún así vas a ser capaz de enderezar una tendencia que por desgracia en Orriols se está repitiendo desde principios de la temporada pasada. Mal asunto este porque se está generando un ambiente muy enrarecido. En el Levante, desde el palco hasta el vestuario, necesitan reflexionar. Pero hacerlo de verdad, de nada sirve palabras vacías y frases hechas.

Sólo así, se levantan partidos como el de este domingo, por ejemplo. El Racing no es que te ganara, es que te sacó los colores. Cuando el mejor de tu equipo es el portero... ¡puf! Es para hacértelo mirar. Hay que admitir que De Frutos, por ejemplo, pudo haber hecho el 1-0 y que el gol cántabro llegó de manera involuntaria por los pies de Vezo, pero no hay que olvidar que Aiás, Pombo y hasta Juergen -completamente solo envió el balón al larguero- te pudieron haber sacado todavía más los colores. Con poco, te generan tanto y de forma tan clara que no valen excusas.

Porque luego está lo que el propio Levante es capaz de originar. Cuando los centrales se muestran permisivos -la inocencia de Vezo es escandalosa-; los laterales no centran ni una bien -Son y Saracchi deberían estar una semana practicando centros-; cuando los del centro del campo se hunden -Pepelu no levantó cabeza-; cuando los extremos hacen la guerra por su cuenta -De Frutos jugó para De Frutos-; y cuando Iborra y Soldado no encuentran su sitio... es difícil no amargarse.

La única esperanza que hubo en la primera parte es pensar que el cansancio le terminara pasando factura al Racing. Una quimera. Se encontraron con el infortunio de Vezo y eso, lejos de amedrentarlos, pusieron a los cántabros en la mejor de las disposiciones. Justo lo contrario que a los levantinistas. Ya podía estar pidiendo calma una y otra vez Iborra que lo que necesitaba de verdad el equipo eran ideas. Voluntad al menos la hubo, pero no siempre eso es suficiente garantía. Ni aún quedándose el rival con diez se pudo arreglar el desaguisado. El Levante le puso más empuje, sí, pero de una forma demasiado burda. Por eso está donde está. Echar un vistazo a la clasificación da escalofríos. A tres del descenso. No se puede mirar para otro lado. Ni Preciado se atrevería a decir que todo está bien. Hay mucho en juego y los problemas afectan a todos: banquillo y palco incluidos.