Calleja salva el 'match ball'

Denme once como Pablo Martínez. Y otros once como Kochorashvili también. Qué entrega. Qué sacrificio. Qué despliegue y qué calidad. De centrocampistas precisamente no se puede quejar el Levante. Cuando junta a esos cuatro locos bajitos —unos más que otros— de la medular, pasan cosas. Y once quizá no, pero esta versión de Dani Gómez sí es la buena. Desde el toque de atención del día del Ferrol tras llevarse la mano al oído es otro. Está en racha. Cuando mira a portería, la clava. Y eso es lo que se quiere en un delantero. Tiene calidad de sobra para dominar en Segunda. Y parece que se ha dado cuenta de que puede hacerlo. Y qué decir de Andrés Fernández. Un portero que gana puntos. Qué gran acierto de Miñambres.

La noche empezaba con buen pie. Ni dos minutos tardó el Levante en abrir la lata. Una buena presión a la salida de balón del Valladolid provocó el error de Boyomo. La recuperación terminó en las botas de Lozano, que dibujó un pase con escuadra y cartabón directo al desmarque de Dani Gomez, que tras zafarse de su marcador, sacó un tiro a media altura con la diestra para superar a un Masip que quizá pudo hacer algo más. Eso sí, poco duró la alegría. No todo iba a salir tan bien de primeras. El Pucela replegado consiguió trazar una transición por banda izquierda con Raúl Moro, que le ganó la espalda a Xavi Grande. El canterano poco pudo hacer para evitar que el extremo pucelano sacase un centro al área pequeña. Allí apareció Sylla, para embocar de primeras y empatar la contienda apenas seis minutos después del tanto inicial granota.

El Levante, al contrario que en los últimos partidos, se repuso al golpe. No se vino abajo, no se puso nervioso, no se comió la cabeza. Jugó muy bien en el primer tiempo. Tocando, asociándose, moviendo el balón de lado a lado. Posiblemente una de las mejores primeras partes de la temporada. El Valladolid rápidamente asumió que iba a tener que replegar y defender mucho en su área, con la única arma del contragolpe para hacer daño. Se le complicó además con la lesión muscular de Sylla, que fue sustituido por Cedric antes de llegar al descanso, justo después de anotar un gol que fue anulado por un fuera de juego que luego la repetición reveló que estuvo más justo de lo que parecía inicialmente.

Con los seis de añadido, el Levante buscó uno de esos goles psicológicos antes del descanso y vaya si lo encontró. Pablo bajó de pecho un balón rebotado y con su habitual clase, se zafó de un par de defensores y sacó un zapatazo de zurda pegado al palo ante el que nada pudo hacer Masip. El 2-1 desataba el delirio en Orriols, que se siente muy identificado con el centrocampista madrileño. No se besa el escudo por casualidad. Pablo se ha ganado el cariño de la grada a base de rendimiento y sacrificio.

Con la ventaja al descanso en el bolsillo, el mensaje era claro: que no pasase lo del Racing. No podían desperdiciar una nueva ventaja. Esos tres puntos se tenían que quedar en casa por lo civil o lo criminal. El tiempo corría a favor del Levante. Disparos de Kocho y Dani Gómez, pero poco más ofensivamente. Los cambios de Algobia y Dela aportaron más rocosidad al equipo, que supo defender con y sin balón. Un larguerazo de Iván Sánchez puso el miedo en el cuerpo. Se pudo sentenciar con un penalti en los últimos minutos, pero Masip adivinó las intenciones de Kocho. Igual que Andrés, que paró la pena máxima de Monchu para salvarle la vida a Calleja. Victoria de carácter y que cambia dinámicas.