Una derrota que es un palo para el Levante

El Levante ya visualizaba la pasada madrugada. Lo bien que se va uno a la cama en estas noches de diciembre, con el trabajo bien hecho y con el fin de semana libre por delante. El problema es que el equipo granota se echó a dormir demasiado pronto. Ya roncaba cuando Joel Roca le impuso un duro despertar. Más de uno va a tener pesadillas con el futbolista cedido por el Girona, el estilete con el que Alesio Lisci se tomó su particular venganza. El italiano ha demostrado ya de sobra que de entrenador en prácticas, nada. Si no lo había hecho en aquella desastrosa temporada en la que llegó a hacer soñar al Levante con la permanencia, ahora está reivindicando su valía colocando a un Mirandés siempre hecho de retales como uno de los aspirantes al ascenso cuando ya se vislumbra el ecuador de la Liga.

Y mientras, al Levante no le queda otra que digerir un auténtico palo. O dos. Lo sucedido anoche en Anduva –donde los granotas ya han dejado escapar en otras ocasiones puntos que ya acariciaban– no es ninguna broma. A Julián Calero, desencajado cuando se desencadenó el desastre, le toca ahora respirar hondo y usar el vídeo de lo acontecido anoche como ejemplo de lo que no hay que hacer si se quiere aspirar a algo en el fútbol o en cualquier deporte de competición de élite.

Si concedes, te aniquilan. Mucho se criticó el conformismo del Levante de Calleja y el equipo reeditó anoche los pecados de antaño. Da menos rabia perder por goleada. Resulta desolador hacer un partido serio, contar con ocasiones de sobra para sentenciar, silenciar a la grada local y dejarlo escapar todo en seis minutos. Lo único positivo es que estamos en diciembre y no en mayo. Queda tiempo, pero también hay que desear que nadie se acuerde en primavera de estos tres puntos lanzados por la alcantarilla.

«Hemos hecho absolutamente todo para ganar el partido... durante 80 minutos». Esta frase de Julián Calero, como inicio de su análisis, lo define todo. Y la pausa plasmada en este texto con unos puntos suspensivos –que duraría décimas de segundo pero se notó– no es casual. «Y si no tienes para ganar, no pierdas», añadió en la misma respuesta. Toca reflexionar, desde luego.

Alesio Lisci movió bien el banquillo y sí, hay que reconocerle su maestría... pero lo cierto es que el Levante perdió el encuentro por sus propios deméritos. Resulta increíble que un equipo pétreo durante casi todo el partido se desvaneciera en cuanto el Mirandés empezó a atacar a la desesperada y con los argumentos básicos en el fútbol: empuje y centros laterales, a ver si al rival le entra el miedo.

Hasta ese momento, salvo momentos puntuales, el Levante había sido claramente superior al conjunto castellano leonés. Los locales, a base de trabajo, con las líneas juntas, ofrecieron muy pocas alegrías a los granotas. Había que tener paciencia. Tocar, tocar y tocar. Y este equipo tiene calidad suficiente, sobre todo en los pies de futbolistas como Carlos Álvarez, Kocho y un Oriol Rey, que cuando está bien aporta un plus a la medular. Y ayer lo hizo.

Pero la magia la tiene el pequeño. Otra acción maradoniana del menudo atacante no fue gol porque lo impidió el poste. El primer palo. El levantinismo lo olvidó después de la vuelta de los vestuarios. Fue entonces cuando se vio la mejor versión de los granotas. Porque atacaron bien, desplegando sus mejores argumentos. Entre ellos, el contragolpe que se inventó Morales y que fue la antesala del 0-1. Raúl Fernández le negó el gol desviando con el hombro a córner y fue a la salida del saque de esquina donde Andrés García ejecutó una volea que sería para recordar de por vida si no fuera porque este partido es para olvidar.

Eso no se intuía en ese momento. El Levante incluso parecía cerca del 0-2, que pudo haber logrado Iván Romero con el segundo lanzamiento al poste. Poco después llegaron el tercer y el cuarto palo. Los que duelen. Julián Calero argumentó que al equipo le fallaron las fuerzas y desveló que alguno de los cambios fueron casi obligados, porque algunos de los futbolistas habían viajado a Miranda con gripe.

La tormenta perfecta, en la que Dela puso de forma involuntaria la guinda. Primero vio la amarilla que le hace ser baja la próxima jornada y luego un error suyo en el intento de interceptar un pase desencadenó la acción del 1-1. El VAR no le indultó y después de revisarse si Joel Roca había empujado el balón a la red con la mano. «¡Mano, mano!», había dicho Calero, más por fe que por tener la certeza. Pero no. Aún quedaba lo peor.

La acción en la que el propio Roca terminó de arruinar el sueño del Levante y de Andrés García. Desbordó al canterano para poner el balón en la cabeza de Panicelli, medido. Este terminó de imponer el severo castigo a un equipo que lo hizo todo bien durante 80 minutos, pero se echó a dormir diez minutos antes de lo que debía. Toca aprender de este desastre. Como dijo el míster, no queda otra.

• Temas
• Liga de Fútbol Profesional
• Levante
• Levante UD
• CD Mirandés
• José Luis Morales
• Alessio Lisci
• Barrio de Orriols
• Miranda de Ebro
• Estadio Ciutat de Valencia
• Segunda División