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El Levante es ese equipo capaz de pasar, en dos partidos consecutivos, de hacer la mejor primera parte de la temporada a una de las ... peores. La imagen vista en casa ante el Huesca se queda en un espejismo en comparación con la de La Romareda. Será el cierzo, el frío o el viaje a Zaragoza. Pero desde luego, la excusa de las bajas, ya no cuela. Porque igual que el Levante no pudo contar con varios de sus defensas titulares —Postigo, Vezo y Dela—, el equipo maño estuvo falto de recursos arriba sin Bakis y Azón, sus dos nueves. Tuvo que inventarse Velázquez un falso nueve con Mollejo que hizo trizas la frágil zaga granota.
Real Zaragoza
2
-
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Levante UD
El recurso de Algobia como central no cuajó. Estuvo flojo, fuera de sitio y perdió duelos en repetidas ocasiones. Quizá incluso pasado de revoluciones. El árbitro le perdonó una amarilla en los primeros minutos que marcó el tempo de lo que iba a ser el partido. El Zaragoza sabía cuál era el punto débil del Levante y lo buscó constantemente. Empezó haciendo cosquillas, y poco a poco, fue clavando el puñal. Balones a ese hueco entre Algobia y Capa, buscando ese costado diestro granota. Los dos goles del primer tiempo fueron calcados y llegaron en cinco minutos. Jugadas por banda izquierda —donde Valle pudo hacer más—, centros al palo largo, y en ambas ocasiones, Mollejo primero y Mesa después, remates de cabeza plácidos ante una defensa pasiva. Lo de Algobia tiene un pase porque no es su posición. Pero lo de Capa fue indefendible. Tosco, lento y llegando tarde. Y en ataque, no se fue de nadie. Mala noche la del lateral, que llegó en verano a Orriols como fichaje estrella para el carril y poco tardará a este ritmo en perder el puesto. Grande y Buba, dos canteranos, esperan su oportunidad.
Esa, para que se hagan una idea, fue la primera mitad. Un esperpento digno de un equipo de media-baja tabla. Pues fíjense, que estas son las cosas del fútbol, nada así se vio en la segunda. Calleja debió darle a sus jugadores una pócima mágica en el vestuario porque la reacción granota fue digna de admirar. Las entradas de Bouldini y Cantero aportaron más referencias arriba, que fijaron a los centrales maños. Este último volvió a un terreno de juego tras estar casi defenestrado con cinco partidos sin jugar por decisión técnica. Y el Levante, a su manera, se metió en el partido. Aprovechó un córner, pero del Zaragoza, que había subido con casi todo al remate y se había desprotegido. Fabricio peleó un balón y se la tiró larga al contraataque. Se fue solo, con esa potencia tan suya imparable. Nadie pudo alcanzarle. Se plantó ante el portero y definió con zurda. No podía ser todo canto de rosas. El brasileño ni celebró el tanto. Mano al isquio de la pierna derecha y gesto de pedir el cambio. Se volvió a romper. Es un jugador explosivo y de cristal. Corre con miedo, y le volvió a suceder lo de Albacete. Una carrera y a la enfermería. Por suerte, viene el parón navideño y su ausencia será menos sentida.
Con el 2-1, Calleja detectó que todavía era posible meterse en el partido y dio entrada a Clemente y Brugué. Precisamente entre estos dos se inventaron el tanto del empate. El canario botó un saque de esquina fabuloso al corazón del área pequeña, donde apareció el menos esperado. Con torres como Bouldini, Muñoz o Rey en el campo, el que remató fue posiblemente el más bajito. Brugué se alzó con un brinco de atleta por encima de la marca de Jair y definió con un sutil testarazo para poner las tablas en la capital del Ebro.
El Zaragoza se notaba falto de energías. Quizá esa primera mitad tan exigente y contundente les dejó sin gasolina para la segunda y ahí el Levante se encontró más cómodo. Andrés, como casi siempre, sostuvo al Levante con sus paradas. El portero tuvo que remediar los errores de una zaga que permitía que el Zaragoza rematase más de lo que a Calleja le hubiera gustado. Por un momento, el Levante se quedó con diez mientras atendían a Bouldini, al que se le salió el hombro. Cuestión de segundos. Un click, a su sitio, y a seguir jugando. El marroquí se quedó fuera de la prelista de su selección para la Copa de África —seguramente por su sequía goleadora— y se le veía con un fuego en los ojos de querer demostrar. No se quiso rendir y siguió jugando pese al evidente dolor que sufría.
El Levante quizá pecó de conservador tras la igualada, y se conformó con el empate lejos del Ciutat. Pudo ir a por más ante un Zaragoza decaído y no pudo. Pero visto el marcador al descanso, no puede decirse que el resultado sea malo. Se acaba 2023 con un punto. Que 2024 venga mejor.
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