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Catalán, emocionado, el día del anuncio del adiós. J. L. BORT

El gran patinazo de Quico Catalán

Pilotó al Levante tan alto y durante tanto tiempo que el accidente era inevitable| Su juventud y su verbo fácil como contertulio en radio hizo que la mujer de Pedro Villarroel le recomendara para ser portavoz del consejo

Domingo, 2 de julio 2023, 01:38

«Se creyó y nos creímos que éramos invencibles y ese fue el gran error, no gestionar con la prudencia y la lógica de antes»... « ... a Quico le pasó factura el volar cada vez más y más alto, alejándose de la afición». Son dos afirmaciones de dos de los que han sido compañeros de viaje del presidente más duradero y exitoso de la siempre convulsa historia del Levante. Francisco Javier Catalán Vena (Madrid, 1 de diciembre de 1975) se irá –porque todavía no hay fecha formal aunque en diciembre se le termina el camino– igual que como llegó: sirviéndose de su verbo locuaz y su excelente dominio de la escena para, esta vez, intentar amortiguar el suspenso final. La historia del mediático Catalán (tiene un hermano y dos hermanas gemelas) se escribía con fino color azulgrana hasta que el paso del tiempo y su propio crecimiento fueron convirtiendo su aportación en un trazo tan empalagoso que ha terminado por emborronar lo que debía haber sido un epílogo brillante a un expediente notable.

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Catalán se ha terminado contagiando del mal de altura que acaban padeciendo la mayoría de dirigentes que confunden el sillón del palco con el sofá de su casa, con ese aroma de superioridad que les hace ignorar la realidad a nivel de base. A Catalán le han silbado muy pocas veces en Orriols, nada que ver con lo que tuvieron que soportar algunos de sus antecesores que a diferencia de él sí pusieron dinero de su bolsillo, pero ni ha sabido manejar la secuencia ni ha acertado en la confección de su despedida. Ha fallado precisamente en lo que mejor sabía hacer. De hecho, la irrupción de un jovencísimo y engominado Quico en la cúpula granota llegó gracias a ese verbo fácil que le ha acompañado casi desde la cuna. Las cosas del destino. María Ángeles Marí, esposa del que fuera máximo accionista Pedro Villarroel, tenía la afición de leer todo lo que se publicaba en prensa referente al Levante y también escucharse todos los programas de radio en los que hablaban de la actualidad granota. Era la 'directora de comunicación encubierta'.

«Se creyó y nos creímos que éramos invencibles y ese fue el gran error, no gestionar con la prudencia y la lógica de antes»

En tiempos de abrumador dominio mediático valencianista, en una de las tertulias de radio de una emisora local se colaba con ímpetu el discurso azulgrana de un entusiasta economista que no le importaba participar hasta en los torneos de fútbol sala que organizaba la prensa. Ni de lejos podía imaginar que en un quiosco cercano a la casa familiar, su padre, el desaparecido Pedro Catalán, coincidiera un día comprando el periódico con Villarroel –se conocían porque el primero era técnico del Ayuntamiento de Dénia– y éste le propusiera por indicación de su esposa incorporar a su hijo como portavoz –sin sueldo– del consejo. Fue el arranque de un hombre que el mismo día que anunciaba su despedida por «responsabilidad» (once días después de no subir) era capaz de retorcer su discurso hasta llegar a afirmar que se sentía «más que capacitado para seguir liderando el proyecto». Ni informó con detalle de la situación real del club ni explicó en qué consistía la solución que él mismo había aportado; pero sí confesó al representante del FROG que había rezado por él como a aquellos que «le deseaban el mal» y que un día «cambió el paso».

«Hemos vivido como ricos sin serlo y no se ha sido fiel a lo que debía ser el Levante»

Fue el principio del fin para una línea de gestión hasta ese momento admirable. «Hemos vivido como ricos sin serlo y no se ha sido fiel a lo que debía ser el Levante», añade otro de los exconsejeros levantinistas consultados y que conocen bien al todavía dirigente. Hay cada vez más quejas de la continuidad que quiere tener un consejo de administración resquebrajado, con voces muy críticas hacia la máxima autoridad con la que han sido también cómplices. Desde fuera señalan a Luis Calero y a Jorge Lucas como parte del núcleo duro.

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El levantinismo a veces da la impresión de que continúa siendo una gran familia de la que se acaban conociendo los secretos. Que José Dánvila se haya erigido junto con Vicente Boluda como salvadores en esta situación tan crítica a la que las malas decisiones del consejo –al que pertenece el primero– les ha llevado, no les evita en cualquier caso la acidez del propio entorno. A Dánvila porque además de que significa una línea continuista, se le responsabiliza de un desliz interno que podría pasarle factura al menos desde el punto de vista popular, y al segundo por la inteligente prudencia que siempre ha tenido a la hora de pronunciarse sobre el Levante. A diferencia de su padre, que respondía a ese perfil de mecenazgo clásico ya desaparecido. «Chavales, hay café...», le gustaba decir a Boluda –padre– cuando bajaba al vestuario a dar a una prima.

«En los primeros años ejercía tal rigidez en los gastos que lo de ahora ha sido lo contrario. Lo mejor es que ha llenado el campo»

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