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Ramón Vilar predicaba levantinismo. «En noches así, un pedacito del corazón es para él», subraya Pilar Bernabé, concejala de Deportes de Valencia sobre su compañero en el Ayuntamiento. Ella, junto a su marido y sus dos hijos, se ataviarán con sus camisetas granotas y vibrarán con el partido de este jueves (21 horas, Cuatro/Dazn) en San Mamés. «Los niños irán a dormir al descanso», subraya... aunque eso está por ver. «En cuanto se despierten preguntarán el resultado, sobre todo Nuria, que luego debe defender el frente granota en clase».
Entre Ramón Vilar –el edil de Hacienda que se volcó con los trámites de la ciudad deportiva de Nazaret y falleció en junio– y Nuria hay muchos años. Él vio a su Levante vagar por Tercera y rondar la liquidación, y luego tuvo la suerte de disfrutar el inicio de la edad de oro, en la que ya ha nacido ella. Ocurre algo parecido con el músico Guillem Salvador y el resto de su familia, de larga tradición granota.
Por todos ellos. Por los levantinistas de muchas generaciones y por aquellos que se arrimaron hace poco al templo de Orriols, ha llegado el momento de enterrar el yunque de la adversidad. Y de despojarse de los complejos. «Soñando lo imposible», rezaba una de las pancartas exhibidas por un grupo de aficionados de Levante Fans, que acudieron al estadio después del último entrenamiento antes de que la plantilla viajase a Bilbao.
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Un grupo que tiene la ocasión de desterrar el prefijo 'im-'. Como el capitaneado por Preciado, que creyó en el ascenso. O igual que el de Luis García, que vio posible subir a Primera cuando en enero estaba más cerca del infierno de Segunda B. O cuando con JIM y casi esos mismos futbolistas se encabezonaron en que el Levante podía jugar en Europa. El club ha acostumbrado a la afición a dar pasitos al frente, y ya pocos se conforman con el victimismo del manido yunque ni con la grandeza de ser pequeño.
El levantinismo quería soñar. Quizás por eso se ha sido injusto con Paco López y su equipo cuando ha encajado goles con demasiada facilidad. La exigencia se ha elevado a costa de convertir los imposibles en posibles. Y sin pensarlo, casi por inercia, el Levante se ha plantado en la antesala de la lucha por un título.
Paco López se quejaba ayer de que no se hablase de fútbol en la previa. Pero es que estos partidos se juegan con los pies, y se ganan acompasando el corazón con la cabeza. Y con algo de fortuna, claro. «No hay equipo A ni B, sacaré un once para vencer», reflexionó. Ahí ha residido el éxito en esta Copa y, ¿por qué apartarse de ese camino?
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