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Nikos, jugador del Levante, y Cuenca, jugador del Deportivo, en un instante del partido.
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Empate a nada en el Ciutat

Partido frío y sin ritmo en el que los valencianos no tiraron a puerta

EFE

Viernes, 9 de enero 2015, 19:14

El aficionado del Levante tiene asumido históricamente que va a sufrir siempre, pero lleva más de un año haciendo un máster también en aburrimiento. Con Caparrós primero, y ahora perfecciona las lecciones con Alcaraz. De nuevo el equipo fue capaz de algo al alcance de pocos. No ofrecer absolutamente nada en 90 minutos. Y ya van demasiados partidos así. Aunque lo más preocupante de todo es que si el Levante juega una final como la de anoche, ante un rival directo por la permanencia, con esa ausencia de ritmo, intensidad y sobre todo, ideas, no hay camino para muchas esperanzas. Nadie luchaba, nadie se dejaba el alma y nadie aportaba algún destello creativo. Y así no se va a ningún sitio. La dinámica es de alerta roja. Puntito a puntito, desperdiciando duelos directos ante rivales por la permanencia, como anoche el Deportivo, las sensaciones huelen peligrosamente a estar abajo hasta el final.

La primera parte fue absolutamente horrorosa. Indigna. Sin una acción mínimamente destacable que agradara al aficionado. Y eso que Barral cabeceó rozando el poste a la salida de un córner en el primer minuto. Pero luego todos desaparecieron y ya no volvieron a acercarse a la portería rival hasta la segunda mitad, en un carrusel sonrojante de pases fallados y balones perdidos.

Era un drama ver al Levante no saber qué hacer con el balón en los pies. Sin Diop el centro del campo es una tragedia sin salida del balón. Sissoko y Simao eran incapaces de dar pases hacia adelante y los delanteros se desesperaban. También porque los centrales del Deportivo les sacaron del partido. Barral y Casadesús estaban ausentes. Morales no tenía desborde por la derecha e Ivanschitz aparecía muy poco por la izquierda. No había manera de hilvanar jugadas y mostrar argumentos.

Nadie parecía creer en una victoria fundamental para respirar y dejar de tener el agua al cuello. Tampoco el Deportivo, muy tímido en sus ataques. Los gallegos reclamaron penalti por posibles manos de Navarro en el área, en un peligroso contragolpe tras un error de Morales. Cavaleiro y Cuenca creaban peligro de cuando en cuando, ya que el Levante ni se acercaba al área. El delantero remató solo de cabeza y obligó a Mariño a hacer la única parada de la primera mitad, y poco después participó en un gol anulado de Lopo a los coruñeses, donde acertó el árbitro. Se estaba creciendo el Deportivo ante la pasividad y la incapacidad de los granotas.

Y encima las cosas empeoraron tras el descanso. Ya es decir. Mariño salvó al Levante dos veces consecutivas tras sendos remates de Sidnei y Toché a bocajarro que pudieron haber supuesto el primer gol de los blanquiazules. Los de Alcaraz estaban coqueteando peligrosamente con una derrota que les podía dejar en el abismo.

Pero eso hizo despertar por fin al conjunto azulgrana. El equipo entendió que no podía seguir con esa falta de actitud y le puso una marcha más al partido. Barral y Víctor aumentaron sus revoluciones y el balear cabeceó alto un buen centro de Nikos. También Morales dejó su sello con alguna arrancada por la banda, pero el madrileño no se mostraba acertado en los metros finales. Aún así, ya se veía otra cosa, más intensidad. El Levante empezaba a estar en el partido, tras una primera parte tirada a la basura.

Los de Alcaraz tenían el balón, aunque seguía costándoles un mundo trenzar jugadas. El técnico quiso revolucionar el ataque con la entrada de Rubén y El Zhar por Barral e Iván, dejando a Morales de lateral para buscar más presencia ofensiva. Mientras, a la contra el Deportivo creaba peligro. Primero con un disparo raso de Cuenca y después con una cabalgada de Cavaleiro a la que Mariño se adelantó perfectamente. Además, Oriol Riera debutaba ante los que podían haber sido sus compañeros. Pero el delantero no tuvo ninguna ocasión de gol, bien sujetado por Vyntra y Navarro, que realizaron un buen partido, muy seguros una vez más.

El miedo y la ansiedad impedían a los jugadores tener acierto en los pases e igualaron el dominio del balón entre los dos equipos. El Zhar y Víctor protagonizaron alguna carrera al contragolpe y el técnico buscó más velocidad con la entrada de Xumetra por Ivanschitz, que se retiró entre silbidos del público. Sólo así era posible romper la defensa de un ordenado Deportivo.

Porque cada ataque del Levante parece como escalar el Tourmalet. Se les ve sufrir, perderse por los sitios más inverosímiles y dar muestras de impotencia por no llegar nunca a la meta. El equipo pide a gritos un canalizador de juego y un goleador con instinto para que cambie la cara de susto de los granotas.

Y eso que los azulgrana se volcaron al ataque, con la electricidad del insistente El Zhar, que puso un balón de gol al que no llegó Casadesús a tres minutos del final que pudo ser la victoria. Pero no hay ni puntería, ni suerte, ni ambición. Y lo peor es que tampoco se ven demasiadas ganas de mostrar todo eso. Hay demasiado conformismo y el equipo cada vez está más abajo.

Los azulgrana han dejado escapar la parte más favorable del calendario y ahora los rivales más fuertes que llegan con el comienzo de la segunda vuelta pueden colocar al equipo en puestos de descenso. Sin que se vea una reacción, un mínimo interés de arriesgar por la victoria. Pero no. El miedo y el conformismo vence a todo lo demás. Mejor no perder, dicen algunos. Pero los pitos de la mayoría al final del encuentro alertan de la realidad. Las sensaciones son muy malas y los de Alcaraz no se muestran capaces de cambiar esa dinámica que conduce al abismo.

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