David Navarro tras el delantero Peñaranda en el partido contra el Granada.
Fútbol | levante ud

Peligrosa vuelta a las andadas

El Levante de Rubi se atasca y cae ante un directo rival por la supervivencia

Juan Carlos Valldecabres

Sábado, 12 de diciembre 2015, 16:25

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Nada, no hay forma. El Levante de Rubi sigue con el freno de mano puesto y tan atascado desde el punto de vista estadístico como el que comandaba Lucas Alcaraz. Hundidos en la tabla y cediendo ante uno de los rivales con los que va a haber tortas al final de Liga para la supervivencia. Esta vez, un venezolano de 18 años y con apenas tres partidos en Primera descuartizó los escasos planes que sobre el césped manifestaron los levantinistas. No es que el rival bordeara la exquisitez, ni mucho menos, pero al menos se marchó con el premio gordo que en este tipo de situaciones tan agónicas es lo que realmente importa.

Peñaranda no sabía lo que era marcar en la elite y este sábado hizo los dos goles para el Granada, ahogando en un mar de dudas al equipo azulgrana que por momentos creyó que tenía garantizado casi por ley un punto de los tres en juego. Queda la sensación después de este importante duelo de aspirantes a no ser quemados en la hoguera que el Levante sigue sin tener del todo claro cómo debe jugar en casa para salir de los apuros en los que él mismo se mete. Es verdad que los granadinos sacaron oro de sus dos únicos disparos a puerta, pero lo que es evidente es que no hay que dejar el fútbol a la improvisación del momento, porque cuando se juega a ver lo que pasa, se dan situaciones tan sorprendentes como las que generaron los dos tantos visitantes. Cómo es posible que en un saque de esquina a favor cojan al Levante descolocado para permitir la alocada carrera de un inexperto delantero que, además, tuvo la claridad suficiente para dejar en evidencia no sólo la marca sino la inocente salida de Rubén. En el 1-2 definitivo, el único que tuvo fe fue el propio futbolista. Chutó por si las moscas ante la mirada cómplice de los tres defensas que le vigilaban y con la colaboración de un portero que nadie sabe muy bien lo que hizo para tragarse el balón.

No debió llegar hasta ahí el Levante por la importancia de lo que había en juego. No se entiende muy bien el margen de confianza que concedió Rubi en el primer tiempo a los suyos cuando se vio prácticamente desde el primer momento que Sandoval aleccionó a los suyos para no dejar a los granotas jugar desde atrás. El Levante no funcionó con el pelotazo y cuando quiso tocar, los tres mediocentros se entorpecieron unos a otros. De ahí que el primer tiempo fue de los que invitan a comer pipas para evitar el insomnio general. Ni la entrada de Verza obligando a Lerma a caer al lateral ayudó a mejorar el asunto. Ni dos pases seguidos.

Eso sí, los únicos dos intentos al menos corrieron del lado valenciano. En el primero la combinación de Rubén y Deyverson no llegó a Lerma; y en el segundo el centro de este último lo remató sin mala fe Camarasa tras una interesante dejada de Deyverson. La posición para el remate del de Meliana era inmejorable pero su golpeo, como el juego que exhibió ayer, demasiado inocente.

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Con esos argumentos tan escasos, un equipo y otro llegaron al descanso a la espera de ver quién iba a ser el primero en dar un paso de calidad válido para hacer mover el marcador. Orriols esperaba un arreón de los granota, que sólo palpitaban por la insistencia de Rubén, unas veces más afortunadas que otras; con Morales prácticamente desaparecido en combate, y Deyverson con escasísimo acompañamiento.

El partido requería de los levantinistas una marcha más, un plus de agresividad y por supuesto más fe en sus acciones. Pero tampoco llegó eso tras ese 0-1 a los cuatro minutos de la reanudación. Sí que es verdad que el Levante tuvo algo más de presencia y que el Granada dio dos pasos atrás. Pero de ahí a pensar que con lo que se aportaba era suficiente, quizás era mucho imaginar. Menos mal que en lo de balón parado vale la pena el tostón que Rubi da a su gente en Buñol. Una falta provocada por el activo Rubén acabó en el empate de Simao. Verza la puso bien en largo y el mozambiqueño, peleándose como siempre con los rivales, consiguió meter la cabeza para abrir la esperanza. Con algo menos de media hora por delante, había tiempo suficiente.

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Rubi había movido ya su primera pieza en el tablero. Quitó a Morales y metió a Roger como segunda punta. Hubiera podido quitar a uno de los tres mediocentros pero decidió dejar la banda derecha para Lerma y cargar por la izquierda con Toño y Rubén. Entraría después Casadesús, casi sin tiempo para aportar algo de luz al asunto. Por entonces el Granada creía que lo iba a pasar mal para sostener el empate mientras el Levante confiaba que en alguna jugada de pizarra acabara por darle la vuelta en el marcador. Se equivocaron unos y otros. Peñaranda se encargó de ello. Dos minutos después de que hubiera verdadero pánico en el área levantinista con sendos remates que dejaron sin aliento a la grada, llegó un mal envío de Toño hace que del gris se pase al negro sin saber muy bien ni cómo ni el porqué. Llegaba el segundo en el peor momento que uno pudiera imaginar, sin dar tiempo ni a la reacción a la desesperada.

No hay forma que Rubi levante a este equipo. Una victoria en siete partidos disputados es un bagaje que no se puede permitir. En el Ciutat lo de ganar se ha convertido poco menos que en una quimera y de hecho el nuevo entrenador todavía lo tiene entre sus cuentas pendientes. Desde luego, la combinación es peligrosa: jugando con tan escasa agresividad arriba, con tan pocas ideas en el medio y siendo tan frágiles detrás... una cosa es reconocer que ha habido mejoría y otra muy distinta saber lo que hay que hacer para adelantar a tres equipos en la tabla. No hace falta más.

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