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Moisés Rodríguez Plaza
Domingo, 20 de diciembre 2015, 16:46
Nada. Que no hay manera. Desde que el plan salió a la perfección en El Molinón, Rubi no ha vuelto a dar con la tecla. Su equipo no gana cuando asume la iniciativa en el juego ni cuando se la concede al rival. Unas veces por falta de claridad de ideas y otras por mala fortuna, pero este Levante, pese a su evidente mejoría con respecto a la etapa de Lucas Alcaraz, sigue sin sumar los puntos que necesita para salir del pozo. La revolución diseñada por el técnico en San Mamés tampoco surtió efecto. El equipo tiene una alarmante falta de gol y siempre concede ocasiones que los rivales aprovechan.
La gran sorpresa en la alineación fue la presencia de Ghilas. Deyverson ya había recibido varios avisos en forma de sustitución y en las quinielas estaba que el entrenador lo sentase en la Catedral. Muchos preveían en esta decisión una oportunidad para Roger, pero quien gozó de la titularidad fue Ghilas. Al argelino no puede reprochársele una falta de actitud y también se le vio más fresco que en los partidos que ha salido desde el banquillo. Sin embargo, evidenció una preocupante falta de precisión, tanto en la entrega como en la definición.
Con un Ghilas inspirado, el Levante se habría ido en ventaja al descanso. No sólo por la clarísima ocasión que erró tras un clamoroso fallo de Laporte. El delantero tuvo tiempo para controlar, pensar y definir ante Iraizoz. Pero se hizo un lío en el primer paso, se le nublaron las ideas y el meta le ganó la partida. Luego tuvo otra buena ocasión en la que el defensa estuvo más rápido. Pero esa acción del minuto 3 resumió la actuación del argelino, posiblemente víctima de la ansiedad que causa haber estado casi toda la primera vuelta en el banquillo. Luchó, dio muestras de calidad en el manejo del balón y cometió numerosas imprecisiones en la entrega.
El Levante lo pagó caro porque esta vez tuvo menos presencia ofensiva. Rubi no sólo reconstruyó el once. También remodeló el estilo de juego de su equipo. No abogó por un fútbol de control. No tiró el balón al suelo ni trató de llevar la iniciativa. El técnico sabe que si las contras de equipos como Granada o Espanyol han sido letales para los suyos, dar pie a que el Athletic robase en su propio campo y lanzase ataques rápidos y verticales era un suicidio.
Por ello, Rubi concedió la iniciativa a los de Valverde. El Athletic quería irse de vacaciones inmerso en la lucha por Europa y lo puso todo desde el inicio. Con Aduriz en punta y Williams y Susaeta desplegados en bandas, con la distribución de Beñat y Raúl García, los rojiblancos son un bloque difícil de sujetar.
Crearon peligro, pero más por empuje que por claridad de ideas. El hombre más peligroso de los rojiblancos fue Susaeta, que tuvo tres ocasiones claras dentro del área en la primera hora de partido: disparó al palo, lanzó alto y se topó con una buena mano de Mariño.
El Levante tenía claro que debía priorizar en la medular. Impedir que Beñat y Raúl García pensasen. Lo logró, pero los jugadores del Athletic también lo percibieron. Sobre todo el navarro, que tiró de veteranía para, en dos acciones de pillo, sacar la tarjeta a Toño y Simao.
Era previsible que el Athletic empujase todavía más en la segunda parte. Los vascos salieron decididos a encerrar al Levante en su propia área, que parecía no sufrir. Pero empezó a conceder córners, esa acción que tanto se celebra en la Premier y en San Mamés. Los rojiblancos estaban desaprovechando estas acciones de forma sistemática, hasta el minuto 55. El primero que Susaeta lanzó más allá del primer palo halló la cabeza de San José, que cruzó de forma imposible para Mariño. El meta gallego pidió un fuera de juego posicional discutible con el reglamento en la mano pero que nunca suelen señalarse.
Casi a renglón seguido, Aduriz, especializado en marcar goles al Levante, estuvo a punto de sentenciar el encuentro. Tuvo un remate franco en área pequeña, de esos que él nunca suele fallar, pero su testarazo demasiado centrado se topó con una doble acción de reflejos y con suspense de Diego Mariño. El 2-0 no llegó de milagro.
El Levante parecía por momentos KO y Rubi decidió que era el momento de cambiar el plan. Decidió prescindir de Xumetra, otra de las novedades en el once y dio entrada a Morales, uno de los damnificados. Además, decidió sacar a Simao, un mediocentro de corte claramente defensivo y además con tarjeta, para jugársela con un Verza más creativo.
El Athletic ya había dado su felino paso atrás, agazapado en torno a la portería de Iraizoz, pero siempre dispuesto a lanzar esos feroces contragolpes que Rubi tanto había tratado de evitar con su planteamiento. Pero con 20 minutos antes de las vacaciones, ya no tenía sentido mantener las precauciones. Había que buscar el empate, por mucho que se generasen espacios atrás.
Los granotas no generaron apenas ocasiones en toda la segunda parte, mientras el Athletic daba sensación de peligro cada vez que se acercaba a los dominios de Mariño. Pudo sentenciar en una contra conducida por Aduriz y Raúl García pero el balón no le llegó a Williams. Luego el exvalencianista cruzó en exceso ante el meta gallego.
Rubi decidió entonces jugársela. Metió en el campo a Deyverson y sacó a Pedro López. Todo o nada para el Levante. á que una vez más, salió cruz. Apenas dio tiempo a ver si el último cambio ponía en apuros al Athletic. Casi a renglón seguido, tras una pérdida en campo propio, Williams, incansable todo el encuentro, puso la puntilla.
Rubi no va a tener vacaciones navideñas. Tendrá que trabajar en casa si quiere reflotar este barco. Y debe tomar decisiones sobre el inminente mercado de invierno. Si se ficha, habrá que acertar. Con 11 puntos, la permanencia está a tiro de un partido, pero lo peor de todo es esa sensación de que pase lo que pase, plantee el partido que plantee, siempre sale cruz. Lo del Málaga antes de Nochevieja es una finalísima.
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