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Domingo, 19 de marzo 2017, 10:05
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En un partido flojo, donde los azulgranas fueron bajando su nivel y ritmo conforme avanzaban los minutos hasta acabar sufriendo colgados del larguero, el equipo de Muñiz hizo lo justo para sacar el máximo beneficio a la jornada. El Levante salió decidido a encarrilar pronto el partido y a los cinco minutos Casadesús y Morales ya habían disparado a puerta con peligro. Fue un inicio a un ritmo vertiginoso, el Almería era incapaz de que el balón se alejara de su área. Pero pronto se diluyó esa intensidad.
El equipo dominaba, controlaba el partido ante un Almería que apenas cruzaba la línea central, aunque poco a poco ese ritmo infernal del principio fue menguando conforme los andaluces se asentaron en el encuentro. Así, en una acción aislada a balón parado el exgranota Trujillo pudo marcar de un cabezazo. También Quique González estuvo cerca de dar un susto con su velocidad a la contra, pero cuando iba a plantarse delante de Raúl, llegó Morales como un avión para arrebatarle el esférico y arrancar los aplausos del Ciutat.
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El conjunto azulgrana llevaba el control pero no lograba canalizar bien sus acciones de ataque. Faltaba la chispa de Campaña y más atrevimiento de Jason y Morales. Casadesús aparecía con cuentagotas siempre para aportar algo interesante, pero en general había poco protagonismo ofensivo. Los granotas reclamaron con intensidad un penalti por agarrón bastante claro a Roger a la salida de un córner. El árbitro no lo vio, pero compensó 20 minutos después, cuando sí señaló pena máxima en una acción similar tras una falta lateral, esta vez por agarrón a Postigo. De nuevo Roger, una vez más, no falló desde los once metros para adelantar al equipo y materializar el dominio granota. El de Torrent suma ya 19 goles en su cuenta y vuelve a situarse en solitario en lo más alto del Pichichi. Pero sobre todo es que sus tantos siempre valen oro para el equipo.
Tras el descanso se preveía un mayor empuje del Almería por su urgencia en la clasificación, y por ello poco a poco el Levante fue perdiendo el control del balón. Sólo Lerma mantenía el tipo en el centro del campo. Aunque eso sí, no sufrían los granotas, con una sólida defensa a la que sólo Quique, con un cabezazo que hizo volar a Raúl Fernández, encontró una pequeña grieta.
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Muñiz quiso reforzar esa zona central con la entrada de Verza por un cansado Casadesús y adelantó unos metros a Campaña, que salvo a balón parado estaba ofreciendo poco. También retiró a Morales, justo después de una buena acción individual en la que pudo marcar, para sacar a Montañés en busca de generar más peligro por la izquierda. Y es que el Levante apenas estaba creando opciones claras para marcar el segundo tanto. Pero tampoco el Almería. El partido estaba tranquilo, donde le convenía a los granotas.
Hasta que llegó el último cuarto de hora y ahí los andaluces apretaron el acelerador. Los nervios invadieron el Ciutat. Borja Fernández cabeceó sin oposición casi en el área pequeña y el público contuvo la respiración hasta que el balón se marchó fuera. Era el tramo final y con el marcador ajustado cualquier despiste podía hacer volar dos puntos. Que aunque ya no sean tan necesarios, por la enorme ventaja sobre los rivales, nadie quiere perderlos.
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El Almería llegaba insistentemente, Raúl Fernández tuvo que intervenir a un disparo a bocajarro de Fidel y Quique cruzó demasiado a la acción siguiente. El peligro acechaba, la victoria se tambaleaba. Muñiz echó mano de Chema en lugar de Campaña, colocando cinco defensas para amarrar la victoria en los últimos cinco minutos.
Pero este equipo está bendecido. Tanto que en una jugada por la parte izquierda, Quique no llegó a tocar el balón pero despistó a Raúl y la pelota llevaba el sello del gol, pero se estrelló en el poste y el rebote, casi sobre la línea, fue a parar a las manos del portero. Una acción milagrosa que pone de manifiesto que esta temporada al Levante le sale todo de cara. La suerte del campeón, imprescindible para ganar títulos pero que también hay que saber buscarla. Y esa fortuna resultó decisiva para certificar una nueva victoria, un peldaño menos para el ascenso. Pero esta vez con la ley del mínimo esfuerzo. Sólo por inercia.
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