M. R./C. V.
VALENCIA.
Lunes, 5 de marzo 2018, 00:50
A Paco López se le notará esta noche especialmente nervioso en la cena de los lunes. Se trata de una cita casi ineludible que un grupo de amigos, todos ellos locos por el fútbol, tienen cada semana desde hace más de 15 años. Uno trabaja como entrenador en la escuela del Villarreal, otro en la del Levante, aquel en tal equipo de Tercera, otro como representante... todos ellos tienen su modo de vida en el balompié y quedan cada siete días para hablar... de fútbol.
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La mayoría de ellos son currantes del balón. Por eso todos se alegran de la oportunidad que se le ha presentado a Paco López y consideran que, a poco que le sonría la fortuna, la aprovechará. Nacido en septiembre de 1967 y natural de Silla, inició su carrera en el Catarroja. Como entrenador ha desarrollado su carrera principalmente en clubes de Segunda B y tiene la particularidad de haber dirigido a los filiales de Valencia, Villarreal y Levante, hasta ayer. Esta ocasión se le plantea siete años después de sentarse en un banquillo de la categoría de plata: fue destituido después de dirigir al Cartagena cuatro partidos y perderlos todos.
Paco López es metódico y le gusta leer sobre fútbol. Se decanta por tener el balón y un juego atrevido, de toque y con extremos rápidos. Sin embargo, el valenciano es consciente de que la primera tarea será recuperar anímicamente al equipo.
Quienes conocen a Paco López no tienen ninguna duda de que acumula un buen puñado de virtudes en lo personal. Como futbolista del Levante vivió una experiencia de la que se puede extraer alguna conclusión sobre su profesionalidad. En aquella promoción de ascenso a Segunda A 1994-95, tenía a Juande como entrenador. Fue aquella campaña en la que el Écija remontó en Orriols de una manera un tanto sorprendente, quedando finalmente el conjunto azulgrana tercero en la liguilla por detrás de los andaluces y del Numancia (cuarto fue el Pontevedra). Llegó a esa liguilla con un tendón de Aquiles bajo mínimos, muy inflamado y con un tremendo riesgo de sufrir una fractura.
Un día se presentó en la consulta privada del traumatólogo del club, José Nebot, y no lo dudó: le pidió que le infiltrara para poder ayudar al equipo, aún sabiendo que el riesgo era padecer una rotura y quedarse siete meses de baja. Paco confesaría como razón añadida que su contrato acababa ese junio y que no tenía un futuro asegurado otro club. Su familia dependía de él y de lo que pudiera hacer en esa promoción. Finalmente jugó infiltrado y esquivó la rotura.
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