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Han pasado 309 días. Poco más de diez meses. Algo más que un embarazo. Un viaje por la Segunda División que se ha hecho eterno ... para muchos y que ha sido fugaz para otros. Allá por agosto de 2022 empezó la campaña del Levante en la categoría de plata, con un empate a cero en casa ante el Huesca. 42 jornadas de liga regular y tres partidos del play-off después, el Levante tiene este sábado al alcance de su mano el objetivo marcado: el retorno a Primera.
El ascenso se está haciendo de rogar. Para unos fue una decepción no subir de forma directa y tener que atravesar la promoción. Pero tras mostrar una gran versión ante el Albacete y en la ida de Vitoria, el levantinismo sueña con el éxtasis en Orriols. El Ciutat de València se vestirá de gala, con tifo incluido, y más de 25.000 almas entonarán el «Levante, tus colores son los míos».
La familia Martí Vázquez será una de ellas. Un ejemplo de fervor granota que va más allá de la pasión futbolera. Un sentimiento transmitido de generación en generación que desafía el 'status quo' de la ciudad. «En el instituto era el único del Levante en mi clase, y mis amigos siempre me pinchaban para que dijese Amunt Valencia, pero yo me negaba», cuenta entre bromas José. Una anécdota que seguramente sea compartida por otros muchos jóvenes granotas. Una minoría que cada vez es más grande y empieza a cimentar una base de aficionados que está haciendo crecer sin parar a la entidad. Porque pese al lema que utilizó el club durante años «qué grande es ser pequeño», el Levante ya no es algo pequeño. Es gigante.
El levantinismo es sufrimiento. Pero también alegrías. Esa constante vivencia en el alambre. Al borde del abismo. Donde todo está en juego y sólo hay dos opciones posibles: el éxito o el fracaso. Una situación que se vivirá este sábado ante el Alavés. Un viejo conocido, Luis García, estará enfrente. Pero no habrá piedad. El Levante quiere y debe subir. Porque su afición se lo merece y el club lo necesita.
En la familia Martí Vázquez, José y Carlos son los más pequeños y junto a sus padres y hermanos comparten el sentimiento granota. En su habitaciones cuentan con una gran multitud de iconografía levantinista. Porque el fútbol, más allá de una pelota, son recuerdos. Como el del último ascenso en 2017. Allí estuvieron ellos, en Orriols, celebrando el gol de Postigo al Oviedo. Y quieren volver a vivir ese momento. Su hermano mayor, que reside actualmente en Madrid, viajará a Valencia porque no se puede perder este partido. Y como él, muchos levantinistas más, que dejarán cualquier compromiso de lado por estar apoyando a su mayor pasión.
Por el camino de esta complicada temporada se han quedado momentos bonitos y otros tristes. José y Carlos recuerdan aquellos desplazamientos a Zaragoza, Albacete, Leganés o Villarreal, donde disfrutaron animando a su equipo lejos de casa. Porque esos viajes, son únicos. Eso también es fútbol y es el Levante.
Pero entre el inicio complicado con Nafti, el cambio a Calleja y el atasco final en partidos como el del Ibiza, el levantinismo ha sufrido. Y así se lo ha hecho saber al palco y a Quico. Pero todo quedará en el olvido si se consigue la machada ante los babazorros. Porque nunca está de más recordar que el gol de Wesley ante el Oviedo fue mucho más valioso de lo que parecía pese a que no sirvió para ascender directo.
Quedar tercero da un privilegio importante de cara al play-off. Jugar este partido decisivo en casa no se regala, hay que ganárselo. Y el Levante lo hizo. Contará con la ventaja también de saber que el empate tras la prórroga sirve para ascender. No habrá penaltis si la igualdad persiste tras el tiempo extra. Habrá celebración. La Fuente de las Cuatro Estaciones está vestida de gala en la Alameda a la espera de los eternos que celebrarán la vuelta a la élite.
Porque en las manos de los jugadores del Levante está la felicidad de muchas personas, como la familia Martí Vázquez y otras muchas más. El partido ya comenzó a jugarse ayer, con el entrenamiento abierto al público donde centenares de granotas acudieron a mostrar su cariño al equipo. «¡Que sí, joder, que vamos a ascender!», cantaban los seguidores levantinistas presentes.
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