Rubiales, ¿tan mal te trataron en el Levante?

Se me pasa por la cabeza cada vez que pregunto por los trámites de la Copa de la República. Pasan los meses y la tramitación de su oficialidad no abandona la deriva. Y no es porque el bueno de Emilio Nadal, como punta de lanza en este asunto por parte del Levante, no esté poniendo toda la carne en el asador. Con lo fácil que sería, señor Rubiales...

No sé a qué venía esto, porque no creo, espero, que guarde relación con la vergonzosa sanción de cuatro partidos que le han impuesto sus esbirros federativos. ¿Sabe una cosa? No tengo el gusto de conocer a Sánchez Martínez, pero me parece un buen árbitro. Un poco autoritario para mi gusto, pero me parece que ha evolucionado de forma positiva en la última temporada.

¿Que se pasó de revoluciones sacando la roja? Puede. ¿Que quizás debería haber esperado un par de segundos e intercambiar antes una frase con el futbolista que le había empujado, estando él de espaldas? También. Pero con la tensión que había sobre el césped, puedo comprenderle. De quien no dudo es de Vicente Iborra porque sí le conozco. Es más, he tenido el gusto de entrevistarle varias veces. Cuando el Levante visitaba al Sevilla, tras el partido tenía tiempo para abrazar a cada miembro de la expedición granota. Hubiese ganado o hubiese perdido. Doy fe de ello. Y cada verano, hasta su regreso, ha venido personalmente a renovar sus pases a Orriols. Es un tipo de palabra y si dice que no empujó al árbitro de forma voluntaria, me lo creo. Y más si el vídeo lo demuestra. Por eso, una vez disculpado el árbitro, era de esperar que en los despachos anulasen la expulsión.

Impensable que apareciese un 'juez suplente' de competición' con afán de protagonismo que, pese a ver las imágenes impusiera a Iborra los cuatro partidos de sanción. No voy a entrar en sus argumentos, que ya me causaron estupor cuando tuve que redactar la noticia. Lo que no me esperaba era que Apelación se diera prisa a ratificar el dictamen. 46 horas de sonrojo y vergüenza. Oye, que ahora queda el TAD. ¿Es para estar tranquilos de que al fin imperará la coherencia en ese estamento?

Pues a estas alturas, ya no lo sé. En el mejor de los casos, Vicente Iborra se habrá quedado un partido en casa como castigo por una agresión (que sí, que es una agresión, algo tipificado como grave) que no cometió. No sé si su ausencia condicionó el resultado de El Molinón. De hecho, escribo antes del partido para que no condicione mi opinión. Lo que sí sé es que unos señores encargados de impartir justicia han hecho todo lo contrario. Y eso ahora, ¿quién lo paga? ¿Quién protege a los clubes de los caprichos de los comités? Porque los clubes deben costear el salario de sus futbolistas estén o no sancionados. ¿Se acuerda, señor Rubiales?