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Una tarde del año 2000, Emilio Nadal, el expresidente del Levante Ramón Victoria y Quique Victoria –sobrino de este último– cruzaron la puerta del Ciutat de València con una emocionante misión: localizar esa Copa de la República que había caído en el olvido en medio del caos de la guerra civil. Dos años antes, en 1998, había empezado a cocerse la reivindicación de aquel título conquistado en 1937. El conjunto granota era un campeón invisible. Y las tres personas que se reunieron en el estadio para encontrar el trofeo se habían propuesto cambiar la situación.
«La Copa estaba en una sala de trofeos que había antaño. Era una sala muy abigarrada. La mayoría de trofeos no tenían ningún valor deportivo, pero en una esquina apareció la Copa medio tirada. Estaba en bastantes malas condiciones, pero luego se restauró. Fue una tarde en que los tres salimos de allí emocionados. La Copa resucitó en aquel momento», recuerda Nadal, actualmente responsable del área de patrimonio histórico del Levante.
Cuando hallaron el trofeo, Emilio Nadal, Ramón Victoria y Quique Victoria se fotografiaron con él. «Era como si hubiésemos encontrado el Santo Grial. Personalmente, me siento muy feliz», añade. Su labor de investigación había arrancado en 1998: «Han sido 25 años muy largos, con momentos muy complicados. Sobre todo al principio era pegarse cabezazos contra la pared. Lo que me llevó a buscarlo es que el Levante puede ser campeón de alguna competición y aquí no lo sabemos. Fui a la hemeroteca y pedí la prensa del principio del alzamiento y fui adentrándome en la guerra hasta que apareció el contexto de la Copa. Estuve buscando nuevos argumentos y conociendo gente a la que le interesaba el tema. La peña Tòtil en aquel momento estaba reivindicando la Copa en el estadio en todos los partidos».
Numerosos jugadores del Levante de la temporada 1936-37 estuvieron vinculados al ejército republicano durante la guerra: «La mayoría pasaron vicisitudes. Dolz estuvo en el frente de Teruel. Nieto acabó en un campo de concentración francés, pero su condición de futbolista le permitió desligarse, salir , empezar a jugar en un equipo francés y volver. Salvador Artigas no jugó la final pero sí estuvo en aquel equipo y desapareció porque era piloto de aviación. Martínez Català también acabó en aviación. Y Joaquín Arater no jugó esa final y falleció en la batalla del Ebro en 1938. Ernesto Calpe, padre de los Calpe, perdió a dos hermanos en el conflicto. De hecho, Antonio se llama así por uno de ellos».
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