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La historia de la Copa del Rey tiene muy presentes tanto a la Comunitat como al estadio de Mestalla, que quién sabe si ha albergado ya su último partido por el título del torneo del KO. Pero hubo una, hace ya más de tres décadas, que bien ha podido ser la clave para la configuración actual del fútbol español, y más bien del estilo de uno de sus clubes más relevantes, el FC Barcelona.
Y es que la final de 1990 quizás supuso el punto de inflexión para que empezase la era del Dream Team de Johan Cruyff, que llegaba a ese encuentro seriamente cuestionado. Más bien al borde de la destituciión. «Este resultado tapa otras cosas», declaró el técnico neerlandés al final de un encuentro que acabó con victoria culé por 2-0. Y a partir de entonces, los azulgrana iniciaron una era gloriosa.
El partido fue uno de los ocho clásicos que hasta este 26 de abril de 2025 se habían disputado en una final de Copa del Rey. Los tres últimos han sido en Valencia y los dos postreros, con victoria del Real Madrid (1-0 en 2011 con el tanto de Cristiano en la prórroga y 2-1 en 2014 con el recordado esprint de Bale que dejó en evidencia a Bartra).
Pero en 1990 quien salió victorioso, en otro encuentor sumamente igualado, fue eñl Barcelona. Y gracias a otro valenciano. Surgido de las categorías inferiores del Barcelona (a donde llegó como infantil), pero natural de Benidorm. El antiguo estadio de Foietes lleva su nombre: Guillermo Amor. Centrocampista laureado, la mayoría de estos éxitos los logró como azulgrana antes de irse a la Fiorentina y recalar en el Villarreal en el tramo final de su carrera.
Amor fue el gran protagonista de aquel partido de 1990 justo antes de ser sustituido. Primero, porque García de Loza, como ha recordado el periodista Paco Grande en Radio Marca este sábado, le perdonó una segunda tarjeta amarilla por una dura entrada a Martín Vázquez. Posteriormente, el colegiado sí moestró la cartulina que supuso la expulsión a Fernando Hierro.
Quizás por este motivo, Cruyff ya tenía preparado el cambio cuando se desató la locura. En un disparo de Koeman, Amor cazó el rechace e introdujo el balón en la portería del Real Madrid. El tanto encarriló una final que decidió en una contra y en los postreros instantes Julio Salinas. «Nadie sabe qué habría pasado si llegamos a perder aquella final», admitió Guillermo Amor en un reportaje a la ESPN. Pues que quizás el Dram Team jamás habría existido y vete a saber si Guardiola habría sido el gran continuista del estilo de Cruyff, ni si Luis Enrique lo habría mejorado. Pero eso ya es fútbol ficción.
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