JOSÉ MOLINS
VALENCIA.
Viernes, 8 de marzo 2019, 00:39
La vida de Toño García ha cambiado por completo tras su estancia en la prisión de Teruel. Tras recuperar su libertad, el futbolista del Levante quiere dar un giro radical a su entorno, que le ha llevado hasta la prisión. «No es que le ha visto las orejas al lobo, ha visto al lobo entero», señala su padre, el exfutbolista del Valencia Antonio. Él es quien, tras sufrir mucho con esta etapa encarcelado, se ha marcado el propósito de ayudarle a salir adelante. «Mientras yo viva, mi hijo no volverá a estar con gente de ese tipo», asegura el exjugador, que está llevando en coche a Toño a cada entrenamiento.
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Su estancia en la cárcel de Teruel la definió el propio futbolista granota como «una pesadilla», en la que sólo pudo tener contacto con su familia tres veces en los 21 días, y a través de un cristal blindado. No obstante, desde su entorno destacan que todos los presos tuvieron un comportamiento muy cordial con él, así como los funcionarios.
El jugador llevaba más de un año frecuentando el mundo de la noche, tras romper una larga relación con su expareja, y eso ha ido provocando que se relacionara con gente cada vez menos recomendable. En noviembre dio positivo por alcoholemia y le retiraron el carnet de conducir, que aún no ha podido recuperar, por eso lo lleva su padre a todos los entrenamientos. Ya en ese momento recibió una fuerte reprimenda del club y del entrenador, Paco López, quien lo castigó con un partido en la grada.
Pero todo eso no hizo que Toño cortara de raíz con el mundo de la noche, y desde hace dos meses, según su entorno, empezó a tener contacto con el grupo de personas que ahora están en la prisión de Teruel, y que se acercaron a él por su condición de futbolista de élite.
El contacto fue haciéndose más habitual con este grupo de personas, que ahora están investigadas por presunta pertenencia a banda organizada que se dedicaba a extorsionar a gente, entre ellos Abelardo, entrenador del Alavés. Se acercaron a Toño al conocerlo en locales de ocio de la zona de la avenida de Aragón, en Valencia, y alguno de ellos iba también al estadio Ciutat de València, donde a veces le pidió alguna entrada para el fútbol.
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Uno de ellos estaba siendo investigado y por eso hay grabaciones de una conversación con Toño que puso al futbolista en el punto de mira de la Guardia Civil. Al registrar su casa, los agentes encontraron 4.200 euros en casa del jugador, que según explicó Toño le estaba guardando a su amigo por la adicción al juego de este último. Una prueba que el juez de Teruel consideró suficiente para enviarlo a prisión.
La relación del futbolista con Valencia empieza cuando tenía sólo cinco años. Su padre fichó por el club de Mestalla y se trajo a la familia, de origen madrileño, concretamente de Alcalá de Henares, a la ciudad. Poco después se fueron a vivir a Canet de Berenguer y Toño empezó a jugar al fútbol en el equipo del pueblo. Sus primeros pasos de una prometedora carrera.
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Con 11 años, de allí pasó a la escuela El Planter, con el exfutbolista López Ufarte de entrenador. Y seguidamente al Cracks, otra escuela muy conocida en Valencia, hasta donde llega a categoría juvenil. En ese momento lo ficha el Saguntino y con 18 años empieza a competir en categoría Preferente. Destaca y a mitad de temporada se fija en él el Castellón, donde estaba jugando Fernando Giner, ex de Valencia y Levante. Como albinegro juega una temporada en el filial y la siguiente en el primer equipo (2010-11).
Su trayectoria vislumbra un futuro en el fútbol, lo que le obliga a aparcar sus estudios, aunque ahora quiere retomar un módulo de Educación Física en un centro de Sagunto, ya que su idea siempre fue trabajar en algo relacionado con el deporte, como preparador físico. Tiene además algún certificado académico en inglés.
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Es entonces cuando el Villarreal apuesta por él para el filial y da el salto a Segunda División, compartiendo la banda izquierda con Jaume Costa. Disputa esa temporada como amarillo y en la siguiente, en el mercado de invierno se va cedido al Sabadell, pero allí se rompe el ligamento cruzado de la rodilla tras jugar sólo un partido. Regresa al filial del Villarreal pero apenas tiene sitio en el equipo y en invierno rescinde y se marcha al Recreativo de Huelva, de nuevo en Segunda. El madrileño hace un gran final de temporada y Manolo Salvador, director deportivo del Levante, se fija en él. Era el verano de 2014.
El conjunto granota había fichado a Mendilibar como entrenador, que quería desplegar un fútbol vistoso, alegre, y el estilo de Toño se adaptaba perfectamente. Por eso en los últimos días del mercado de agosto el Levante paga 300.000 euros al Recreativo por su traspaso y firma un contrato por cinco temporadas. El más largo de la plantilla en ese momento.
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Y en Orriols Toño encuentra su casa. A veces con altibajos, otras con algún periodo sin la confianza del entrenador, como ocurrió con Lucas Alcaraz, y otras, como desde hace ya un año, como titular indiscutible, hasta que llegó la decisión del juez de meterlo en prisión el pasado 8 de febrero. Por el camino ha tenido cinco entrenadores en el Ciutat (Rubi y Muñiz, además de los tres ya mencionados).
Precisamente el mes pasado, dos días antes de la tragedia, el futbolista firmaba su renovación de contrato con el Levante. Llevaba meses negociando, las posturas llegaron a estar lejanas y había una potente oferta del Betis, pero finalmente todo se cerró y Toño amplió su contrato con dos temporadas fijas (hasta junio de 2021) y otras dos variables si cumple objetivos, hasta 2023. Si llega a ese año, serían nueve campañas como granota.
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