alberto martínez
Sábado, 7 de marzo 2020, 01:16
Wanderley Machado da Silva era una persona tímida y tranquila. Familiar. Un hombre discreto. Aunque cuando saltaba a un terreno de juego no podía pasar desapercibido. Era imposible teniendo en cuenta su talento y su instinto goleador. El delantero brasileño, quien marcó una época en el Levante, fue despedido ayer en Massanassa. El municipio donde echó raíces tras colgar las botas. El legendario jugador, fallecido el pasado jueves a los 81 años, deja en el recuerdo su especial manera de entender del fútbol.
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"Mi padre no quiso alargar su carrera deportiva. Cuando vio que no podía jugar como él quería, lo dejó completamente", cuenta Marlén, hija del mítico delantero del Levante. Sus otros tres vástagos son Wanda, Mari Carmen y Wanderley. Todos valencianos. El brasileño se retiró con 34 años y se alejó del fútbol. Sin poder competir al máximo nivel, el balón carecía de sentido para él.
"Mi padre sólo quería jugar en el campo y para ganar. Cuando lo dejó, casi no veía fútbol. No quería ver fútbol porque no podía jugar. Veía muy poquito. Partidos muy puntuales. Ir a un campo y no poder jugar le mataba. Él entendía el fútbol como jugador profesional. No lo entendía como aficionado", añade Marlén.
Dos equipos ocuparon el corazón de Wanderley. El Vasco da Gama, donde empezó con el objetivo de pagar la casa de sus padres, y el Levante. Debutó en el conjunto granota en enero de 1963 tras un conflicto burocrático. Y es que, durante el verano de 1962, el ariete se comprometió tanto con el Elche como con el club azulgrana. Entonces la competición le sancionó con seis meses sin jugar por haber firmado dos contratos. Su aterrizaje en Vallejo resultó explosivo. Marcó 11 goles en sólo media temporada para conducir al equipo a la máxima categoría por primera vez en su historia.
Cinco campañas militó en el Levante. "Era un superclase. Tuvo ofertas del Atlético de Madrid y no se fue. Se marchó al Málaga cuando nos hacía falta el dinero. Si no, no se habría ido. Él quería mucho al Levante", destaca Francisco Fenollosa, presidente de honor del club azulgrana. A Wanderley, hermano pequeño de un mito valencianista como Waldo, le afectaban sensiblemente las derrotas. "Si perdía, no cenaba. Se ponía de mal genio", cuenta su familia.
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Antes de centrarse en el balón, Wanderley exhibió su pericia con las tijeras y el peine. "Era peluquero profesional en Brasil. Y se hizo futbolista porque odiaba cortar el pelo a los niños", rememoran. El Levante acabaría agradeciendo la elección. Ya retirado, le gustaba repasar las fotografías de su época como jugador. Y conservó una afición que tenía desde crío: fabricar cometas con caña y papel.
Representantes del Levante acudieron ayer por la mañana al tanatorio para despedirse de Wanderley e invitaron a sus familiares al partido de mañana en el Ciutat de València. La grada guardará silencio antes del pitido inicial y los aficionados más veteranos cerrarán los ojos para revivir los goles de un futbolista extraordinario.
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