Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

¿Recuerdas cuando traían las primeras cerezas y buscábamos las que estaban juntas por el rabillo, de dos en dos, y nos las poníamos en las orejas jugando a que eran pendientes? Reíamos mucho entonces y nos decían que tuviéramos cuidado porque si nos manchábamos estropearíamos el vestido para siempre. Pero nos daba igual porque a mordiscos comíamos la fruta y la vida.

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Vuelven las cerezas cada primavera, por tiempo limitado.

A veces íbamos al bancal de algún conocido y ayudábamos en la cosecha a cambio de un buen rato y un par de cajas. Y esos árboles tan llenos de rojo como lo estuvieron antes de blanco y rosado, demostraban una paciencia infinita al seguir vivos año tras año, aguardando la fiesta y la alegría. Porque chillábamos mucho y corríamos a todas partes y recoger, lo que se dice recoger, me temo que recogíamos bien poco.

Como más nos han gustado siempre es al natural.

Ahora hay, siempre las hubo, cientos de recetas y formas diversas de comerlas. En aguardiente, en mermelada, en postres, de guarnición e incluso en cerveza. En realidad, por muchas cosas que se hayan probado, y por deliciosas que sean las tartas y mezclas, nada supera al simple hecho introducir la mano en un cuenco lleno a rebosar y alcanzarlas así a la boca, directamente, sin más ornamentos. Es un hábito, una costumbre formada entre recuerdos, inocencias, primaveras, renaceres y cuantos lugares comunes limpios y correctos puedan quedar en el mundo.

¿Quién puede ser malo mientras come cerezas?

A muy poquita distancia de nuestro mar, están nuestras montañas. Sorprende a quien nos visita por primera vez buscando el sol y la playa, que la Marina Alta no sea una tierra llana. Y se sorprende aún más al llegarse hasta allá arriba y encontrar ese secreto a voces, místico como toda naturaleza, con sus valles y su foradada. Lugares hermosísimos de esos en los que se crean las leyendas, y que se encuentran ahora en plena cosecha, venta y jornadas de cerezas.

Quizá podríamos ir hoy o mañana a la Vall de Gallinera.

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