Borrar
Urgente La Primitiva de este jueves entrega 1.204.844,15 euros a un único jugador
Fotolia
Imparable

Imparable

LA TRONERA ·

Isabel ferrando

Dénia

Martes, 15 de febrero 2022, 15:23

Hace ya casi diez años, Evgeny Morozov acuñó el término «solucionismo tecnológico». Básicamente, este autor –que por otra parte es tremendamente crítico con las tecnologías de la información– viene a decir que hemos entrado en un estado mental que nos hace creer que podemos poner solución a prácticamente todos los problemas a través de la tecnología, casi como por arte de magia. Y nos alerta de que no es verdad.

Cuando tenía poco más de doce años, mis padres me apuntaron a una academia de informática porque pensaron que ahí estaba el futuro y había que aprender a manejarse con los ordenadores. Lo que se estudiaba en aquellas academias eran lenguajes de programación: BASIC, Cobol, Pascal… No se me daba mal.

Luego en el Chabás aprendimos Logo y también a trabajar en Framework. Más tarde, en mi primer trabajo, que fue una sustitución de verano aquí en Dénia, tuve el primer contacto con Windows, el 3.0, y ya en la Universidad el gran invento del siglo XX: Internet.

Tengo cuenta de correo electrónico desde hace tanto que ni me acuerdo, fui de las primeras en abrirme un Facebook, adquirí nociones básicas de Java, utilizo Twitter, Instagram no me busquen que no me apaña, Linkedin a ratos, Tik Tok solo para cotillear, y un largo etc. Es más, si hubiera un apagón tecnológico, me costaría muchísimo reorganizar mi trabajo para poder seguir con ello. Así que ya ven, nada que objetar por ese lado.

Pero al acceder a las reflexiones de Morozov, me he quedado intranquila. Sobre todo porque observo a mí alrededor que es cierto que existe una tendencia cada vez más enquistada a pensar que las tecnologías son soluciones en sí mismas en lugar de simples herramientas. Y las herramientas pueden utilizarse para bien o para mal.

El trabajo empieza en la cabeza y acaba en las manos. Hay un salto cualitativo, es innegable, entre el antiguo arado y los robots agrícolas, por ejemplo. Pero no son más que herramientas. En restaurantes de comida rápida ya se pide y se paga pulsando teclas en una pantalla, prácticamente no hace falta ir a un banco si descargamos una app en el móvil y el dinero en efectivo, como tal, está condenado a desaparecer. Es cuestión de tiempo.

Hemos convertido nuestros hogares en centros lúdicos y de ocio, con acceso a películas, videojuegos, libros y cualquier otro tipo de entretenimiento que deseemos. Con un simple clic podemos comprar un vestido o ver un tutorial sobre cómo pintar una silla, y hay ciudades en las que ya se están desarrollando sistemas de reparto automatizados. La pandemia, en este sentido, ha sido el gran catalizador del cambio. Pero ¿hacia dónde nos lleva todo esto?

Si un algoritmo puede predecir qué te gusta cuando entras en un navegador, también puede utilizarse para sembrar en ti la semilla de lo que te debería gustar, lo que deberías comer, lo que deberías leer, lo que deberías opinar. Y eso, que de momento está escapando al debate político serio, ya sabemos que se está haciendo y es imparable.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Imparable