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Es invierno y en invierno hace frío. Es lo normal, lo natural, lo de toda la vida. Personalmente los días del sol de invierno, ese ... que ni calienta ni molesta pero ahí está, me resultan muy agradables, no sabría decir por qué.

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Hace dos días, a un conocido le comenté que en realidad a mí el verano solo me gusta por ir a la playa, al mar. Y me dijo que, bueno, que bien mirado, a él en realidad el verano solo le gusta por la playa, las barbacoas, las terracitas, la luz, el calor, por el buen tiempo, por juntarse con sus amigos y por el aumento en las ventas que le supone la llegada de los turistas. Nos reímos mucho la verdad.

Pero es invierno y hace frío. Cada cual lo afronta como buenamente puede, pero hay también quien no puede. Como los seres humanos que somos tenemos tres necesidades básicas: comer, vestir y habitar. Y en invierno, cuando aprieta una ola de frío, todavía más.

El comer y el vestir está más o menos resuelto, incluso para los que nada tienen, gracias a Servicios Sociales y también a entidades como Extiende Tu Mano, Cáritas o la Iglesia de Salvación entre otras. En cuanto al habitar… Todos hemos visto a personas que se ven obligadas a tender unos cartones en el suelo para improvisar una cama en un soportal o en el interior de un cajero automático. Pero eso no es lugar para que descanse una persona.

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Supongo que tanto Servicios Sociales como otras entidades hacen lo que pueden. Por ejemplo Cruz Roja Dénia, que en la anterior ola de frío habilitó lugares cálidos para que pudieran pasar la noche quienes no tienen dónde pasarla.

¿Por qué están estas personas en la calle? La casuística es muy compleja y de eso saben mil veces más los trabajadores sociales que nadie. El ciudadano de a pie, con nuestros propios problemas a cuestas, poco o nada podemos hacer más que pedir a quien corresponda que parte del dinero que aportamos vía impuestos se destine a que nadie tenga que tender unos cartones en el suelo para pasar la noche a la intemperie. Y menos aún en invierno, con este frío que hace.

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