Aquí la primavera

Por fin ha llegado la primavera. Que sí, que es tiempo de inestabilidad meteorológica (pruebe a decir esto en voz alta) y que en abril aguas mil y que marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso. Pero empezaba a ser cansino este invierno plomizo eterno en una comarca como la nuestra tan bañada siempre por la luz de los cuadros de Sorolla.

Y con la primavera han llegado los anuncios de obras públicas, que van a ser muchas y variadas a lo largo de toda la Marina Alta, como corresponde a vísperas de año electoral. Es cierto que en algunos municipios esta es la segunda licitación de la misma obra, por haberse quedado la primera desierta y haber tenido que aumentar el presupuesto.

Presumiblemente esto pasará también en otros muchos proyectos, porque la inflación es igual para todos: tanto para quien hoy compra más caro el pan y las lentejas como para quien tiene que llevar adelante las obras civiles en un plazo de tiempo limitado.

También, con la primavera, han llegado los vestidos de flores, las peleas políticas, los eventos festivos, las charlas literarias, las sandalias de tiras, las rutas y excursiones, las playas llenas el próximo fin de semana, los helados y las cañas al aire libre, los vinos frescos, la vida en fin. En otros lugares del mundo no pueden disfrutar de todo ello porque la paz aún les tardará.

Pero aquí ha llegado la primavera y como no sabemos cuándo acabará podríamos disfrutar del presente. Así que he releído una columna que escribí casi al principio del confinamiento en la que resumí las cosas que quería hacer en cuanto terminara la pandemia. Me doy cuenta de que solo he cumplido con un puñado, y por lo que pudiera ser tomaré ejemplo de las prisas que les están entrando a quienes quieren la reelección para el próximo año, y me pondré ya mismo a la faena. La de vivir, digo.

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