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Vista del barrio donde residía la mujer asesinada NVL
Consternación e indignación vecinal por el asesinato machista de La Vila Joiosa

Consternación e indignación vecinal por el asesinato machista de La Vila Joiosa

La Plaza de la Comunitat trata de asimilar el terrible crimen vivido en el día de ayer

nicolás van looy

La Vila Joiosa

Martes, 14 de septiembre 2021, 13:57

La Plaça de la Comunitat de La Vila Joiosa tiene todos los elementos del típico barrio obrero. Nada destaca sobre cualquier otra plaza o zona residencial de España. A primera hora de la mañana, los niños salen de los portales cargados con sus mochilas camino del colegio, los adultos ponen rumbo al trabajo, quien lo tiene, y los más mayores se sientan a la sombra de la decena de árboles que presiden el centro de la plaza. El sol, que apenas asoma entre las nubes de un día gris que ya anticipa el otoño, da un descanso a los toldos verdes y azules ya descoloridos.

Una estampa que en nada se diferencia de la de cualquier otro martes laboral que ha sido o será. Sólo un incómodo silencio, las miradas esquivas, el paso algo más acelerado y, sobre todo, el bajo volumen al que se producen las pocas conversaciones que se tienen al calor de la plaza vecinal dan un aire distinto. Detalles de la resaca que deja un día negro en el que este barrio y sus habitantes pasaron a formar parte, por cruel sorpresa del destino, de la luctuosa historia de la violencia machista en España.

Los vecinos, los pocos que acceden a hablar, no salen de su asombro. No lo hacen desde hace cerca de 24 horas, cuando un repentino revuelo rompió la tediosa rutina diaria de una mañana como otra cualquiera. Luces azules, uniformes verdes y, de repente, el drama.

No eran todavía las once de la mañana y la Guardia Civil se hacía cargo de la investigación del suicidio de un hombre que se precipitó desde el cercano puente del TRAM al cauce seco del río Amadorio cuya presa, apenas unos kilómetros más arriba, contiene las aguas de la misma manera que aquel suicidio escondía unos hechos mucho más terribles.

La víctima deja tres hijos menores de edad

Horas más tarde el barrio recobraba su ajetreo habitual. Niños que volvían del colegio y trabajadores ávidos de un plato con el que reponer fuerzas. Y, de repente, la llamada. Tres niños de 14, 9 y 3 años seguían esperando en el colegio a que sus padres fueran a recogerles como hacían todos los días. Una cita a la que nadie se presentó ni se presentaría.

Volvió al barrio la Guardia Civil y tras llamar insistentemente a la puerta de un tercer piso sin obtener respuesta y después de acceder a la vivienda, la tarde se tornó irreal. Una mujer de 40 años había muerto degollada horas antes a manos de su marido que, tras perpetrar el terrible crimen machista, decidió quitarse la vida lanzándose al vacío dejando tras de si la 34ª víctima mortal de la violencia machista en España en lo que va de año, tres hijos huérfanos y una historia tan cruel como inexplicable.

Imagen del portal donde vivía la víctima NVL

Un hombre ocupa uno de los bancos del parque. Pelo cano, barba espesa y camisa desabotonada hasta rebasar con creces la mitad del pecho. Frente a él, unas palomas que, quizás otro martes cualquiera, estarían disfrutando de un pequeño banquete. Hoy no. El hombre mira sin mirar, sumido en sus propios pensamientos. “Eran mis vecinos. Vivimos… vivíamos puerta con puerta” dice mientras levanta la vista y sus ojos reflejan una noche de poco sueño conciliado.

“Nunca, jamás, habíamos oído ni sospechado nada extraño. Era una familia ejemplar. Estaban absolutamente integrados en el barrio. Solían salir con los niños al parque, jugaban con ellos… tenían sus problemas, como todos los tenemos aquí. Pero nada relacionado con esto”, asegura el hombre que se encoje de hombros, se levanta, y comienza a caminar sin rumbo claro.

El mono gris con algunas manchas de algo que podría ser aceite es mudo testigo de muchas horas de tajo. Las manos, que se mueven de manera insistente mientras gesticula sin poder ocultar su indignación, también reflejan perfectamente bien el carácter del barrio. “¿Problemas? Pues como todos. Ella llevaba un tiempo sin trabajo, pero nunca los vi discutir. Y los veía mucho. Salían a jugar con los hijos al parque”.

El asesino estaba enfermo

El asesino se quitó la vida arrojándose desde el puente al cauce del río NVL

“El niño solía jugar con mi nieto. Alguna vez dijo que su papá estaba enfermo, pero no lo sé. Nunca esperas que pase algo así. En este barrio vive gente normal”, y el vecino hace una pausa. Parece preguntarse si esa palabra, ‘normal’, tiene algún sentido hoy. Suelta un improperio irreproducible y, dando un portazo, cierra el portón de la furgoneta y desaparece por las estrechas calles del centro de La Vila Joiosa.

Incredulidad, asombro, sorpresa e indignación. Sobre todo, mucha indignación. Ese es el sentir general de un barrio azotado por la lacra de la violencia machista en el día después. Su particular día después. Un barrio que quiere, aunque no puede, comenzar a olvidar. El revuelo de cámaras, grabadoras y periodistas empieza a molestar y no lo ocultan.

Muestran su hartazgo con las preguntas. “¿Qué quieres que te diga? ¿Qué dirías tú si hubiese pasado en tu barrio?”. Y, claro, no hace falta añadir mucho más.

Alguna persiana se baja. El sol vence, al fin, la resistencia de las nubes y ofrece la excusa perfecta para dejar vacía la plaza. Como lo está, a esta hora, una vivienda del tercer piso de uno de los bloques que la rodea. Como lo estará durante algún tiempo. Pasarán las semanas y los meses y otros llegarán y la volverán a llenar de vida. Y la historia, la de la mujer asesinada y sus tres hijos con las vidas truncadas por siempre, irá diluyéndose. Pero nadie aquí olvidará, porque estas cosas no se olvidan. Porque sólo en el olvido habita un perdón imposible.

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