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Nicolás Van Looy
Benidorm
Viernes, 11 de febrero 2022, 15:40
Paul Bishop tiene ahora 63 años y vive en Stalybridge, una localidad británica situada en el condado de Gran Mánchester. Allí, Bishop lleva una vida absolutamente normal de la que, de vez en cuando, se toma un respiro visitando, como hacen tantos compatriotas, algún destino de sol y playa. Y allí, también como tantos otros, alguna vez se ha dejado llevar por la noche. Y en esas horas oscuras, también como algún que otro catódico veterano, se ha sentido confundido. Una confusión que, como le habrá sucedido más de uno en este mundo, le llevó a perder la dentadura postiza hace ahora once años.
Lo que ya no es tan normal y ha sacado a Bishop del anonimato es que sus dientes hayan vuelto a casa más de una década después de perderlos, como él mismo ha reconocido en declaraciones recogidas por la BBC, «durante una noche de borrachera en Benidorm».
Bishop ha reconstruido aquella noche en la que se despidió de su dentadura para los medios de comunicación británicos. «Iríamos, más o menos, por la mitad de una sesión de un día completo bebiendo. Se estaba haciendo tarde. Serían las diez o las once de la noche y estaba bastante hinchado por haber bebido cerveza, así que decidí tomarme una pinta de sidra».
En aquel momento, «mis amigos seguían bebiendo cerveza, así que fueron más rápidos que yo terminándose sus vasos y empezaron a meterme prisa. Querían que acabara mi bebida para ir a otro sitio. Todavía me quedaba media pinta, así que me las terminé de golpe… pero el líquido decidió volver por el mismo camino», cuenta sin omitir detalles.
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Según avanza el relato de Bishop, «al salir del bar encontré uno de esos grandes cubos de basura. Era lo que más a mano tenía, así que fue allí donde lo eché todo».
Inasequible al desaliento y ya aliviado, Bishop y sus acompañantes siguieron adelante en su noche benidormense, pero «de camino al siguiente bar, mi amigo se giró hacia mi y me preguntó dónde estaban mis dientes. Pensé que habrían acabado en la papelera». Los buscó, claro; pero no los encontró. Pragmático, «llamé a mis amigos en Mánchester y les dije: 'cuando vuelva, voy a necesitar unos dientes nuevos'».
Pese a sus desventuras, no perdió las ganas de divertirse. «Me pasé el resto de las vacaciones sin dientes. Cantando sin dientes, comiendo y bebiendo sin dientes… fue algo muy gracioso, la verdad».
Tiempo después de aquel episodio, la dentadura postiza de este turista británico apareció. Las casualidades quisieron que la pieza acabara en los laboratorios del Centro Nacional de Biotecnología del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde un investigador realizó, como parte de sus prácticas, pruebas de ADN a diversos residuos entre los que se encontraba la dentadura de Bishop.
El ciudadano británico estaba registrado en las bases de datos europeas de ADN y eso permitió cotejar la dirección para, al fin, devolverle la dentadura a su propietario. «Hace quince años la policía me llamó a declarar en el marco de una investigación y me tomaron muestras de ADN», explica para justificar su presencia en esa base de datos. Según los medios británicos, Bishop pudo demostrar que no tenía nada que ver con los hechos que investigaba la policía en aquel momento.
Tantos años después, «cuando recibí el paquete por correo, pensé que alguien me estaba gastando una broma. Me parece increíble que la dentadura haya pasado de la basura a las autoridades, que hayan rastreado mi ADN y mi dirección en los registros británicos y me la hayan enviado. Luego he sabido que, según la legislación española, una dentadura está considerada como restos humanos y, por lo tanto, no puede ser destruida», asegura.
Algo que, en realidad, no es tan increíble. Según se explica en la carta que se le ha remitido a Bishop desde el Centro Nacional de Biotecnología, «el objeto fue encontrado por un escáner en la planta de tratamiento de FCC, la empresa que se encarga de la recogida de basuras en Alicante».
Así mismo, se añade en la misiva que «todos los objetos médicos encontrados son guardados para su reciclaje» y que «un técnico en prácticas estaba realizando un trabajo sobre el ADN y, utilizando restos encontrados en el almacén y con mucha sorpresa, siguió el rastro y dio con usted como visitante de la zona de Alicante».
La carta termina diciéndole a Bishop que «esperamos verle pronto de vuelta en España, pero esta vez, tenga más cuidado».
Ahora que todo ha salido a pedir de boca, Bishop, con una reparada sonrisa, disfruta de esos 15 minutos de fama a los que, según Warhol, todo el mundo tiene derecho, y asegura que «todo el mundo conoce la historia de mis dientes… voy a tener que abrir un museo de los dientes en Stalybridge». Un museo en el que podrá exponer esa pieza recuperada porque, como ha comprobado, «ya no me encaja».
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