Feliz día del libro

Me gustan los libros. Me gusta el tacto satinado de las sobrecubiertas que cada vez se llevan menos, el olor a nuevo, a tinta recién impresa, y el perfume avainillado de los que tienen ya las páginas amarillentas. Me gusta rozar los lomos nervados y decadentes de los diccionarios que aún se encuadernan a la española, descubrir los dibujos ocultos en el filo de las hojas de los libros de viejo.

Antes de abrirlo, un libro te dice ya muchas cosas.

Es verdad que compro también edición rústica: libros aptos para economías apuradas y situaciones de urgencia, perfectos para llevarlos en el bolso o en la mano a cualquier parte y seguir leyendo.

No soy la única.

Somos legión los que todavía defendemos las bondades del papel, y hasta hay estudios que demuestran que el cerebro retiene mejor las ediciones impresas que las digitales. Y como yo, muchos esperamos que llegue el 23 de abril porque ese día las librerías hacen descuentos del 10% y nos lanzamos a aprovechar la oferta. Aunque sigamos comprando el resto del año.

Pero esta vez, no.

Igual que me gustan los libros, me gustan las librerías. ¡Hasta tuve una en Dénia! Me gusta pasear entre estantes, descubrir nuevos autores, leer las sinopsis de las contraportadas, admirar las maravillas de las editoriales que se dedican a infantil. Me encanta curiosear entre las novedades de novela gráfica. Pocas cosas hay más placenteras que pasar una tarde entera entre libros, mirando, descubriendo. Se pierde la noción del tiempo.

Las librerías, las que quedan, están cerradas.

Los regímenes autoritarios han tratado siempre de controlar la palabra escrita. Saben que leer da libertad y la libertad nos hace distintos a unos de otros y eso nos iguala como seres humanos. La diferencia de pensamiento. Las librerías son espacios de libertad para quien sepa buscarla.

Nos esperan a todos cuando abran.